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Liturgia y Espiritualidad: Textos Litúrgicos
Jueves 19 de enero de 2023

TEXTOS

Carta a los Hebreos 7,25-8,6
Hermanos: Jesús puede salvar definitivamente a los que por medio de él se acercan a Dios, porque vive siempre para interceder en su favor. Y tal convenía que fuese nuestro sumo sacerdote: santo, inocente, sin mancha, separado de los pecadores y encumbrado sobre el cielo. Él no necesita ofrecer sacrificios cada día -como los sumos sacerdotes, que ofrecían primero por los propios pecados, después por los del pueblo-, porque lo hizo de una vez para siempre, ofreciéndose a sí mismo. En efecto, la ley hace a los hombres sumos sacerdotes llenos de debilidades. En cambio, las palabras del juramento, posterior a la ley, consagran al Hijo, perfecto para siempre. Esto es lo principal de toda la exposición: Tenemos un sumo sacerdote tal, que está sentado a la derecha del trono de la Majestad en los cielos y es ministro del santuario y de la tienda verdadera, construida por el Señor y no por hombre. En efecto, todo sumo sacerdote está puesto para ofrecer dones y sacrificios; de ahí la necesidad de que también éste tenga algo que ofrecer. Ahora bien, si estuviera en la tierra, no sería siquiera sacerdote, habiendo otros que ofrecen los dones según la Ley. Estos sacerdotes están al servicio de un esbozo y sombra de las cosas celestes, según el oráculo que recibió Moisés cuando iba a construir la tienda: "Mira -le dijo Dios-, te ajustarás al modelo que te fue mostrado en la montaña." Mas ahora a él le ha correspondido un ministerio tanto más excelente, cuanto mejor es la alianza de la que es mediador, una alianza basada en promesas mejores.

Salmo 39
"Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad."

Tú no quieres sacrificios ni ofrendas, y, en cambio, me abriste el oído; no pides sacrificio expiatorio, entonces yo digo: "Aquí estoy." R.
"-Como está escrito en mi libro- para hacer tu voluntad." Dios mío, lo quiero, y llevo tu ley en las entrañas. R.
He proclamado tu salvación ante la gran asamblea; no he cerrado los labios: Señor, tú lo sabes. R.
Alégrense y gocen contigo todos los que te buscan; digan siempre: "Grande es el Señor" los que desean tu salvación. R.

Evangelio según San Marcos 3,7-12
En aquel tiempo, Jesús se retiró con sus discípulos a la orilla del lago, y lo siguió una muchedumbre de Galilea. Al enterarse de las cosas que hacia, acudía mucha gente de Judea, de Jerusalén y de Idumea, de la Transjordania, de las cercanías de Tiro y Sidón. Encargó a sus discípulos que le tuviesen preparada una lancha, no lo fuera a estrujar el gentío. Como había curado a muchos, todos los que sufrían de algo se le echaban encima para tocarlo. Cuando lo veían, hasta los espíritus inmundos se postraban ante él, gritando: "Tú eres el Hijo de Dios." Pero él les prohibía severamente que lo diesen a conocer.


COMENTARIO

En un estudio que se realizó en una comunidad rural, preguntaban a las personas por su opinión sobre las características que debía tener Jesús como Hijo de Dios. Una de ellas levantó la mano y dijo que quien viniera en nombre de Dios demandaría pan para todas las personas y así acabar con el hambre, lucharía por la paz en medio de tantos conflictos de guerra e implantaría el amor y la libertad como formas de construir comunidad...

El evangelista Marcos responde a esta misma pregunta presentando a Jesús como Hijo de Dios que camina por los pueblos curando y consolando a enfermos, aliviando tanto el dolor físico como el del espíritu. Marcos nos presenta un Jesús liberador que actúa para contrarrestar las opresiones del pueblo que sufre, siendo guía e impulsor de espacios alternativos que rehabiliten la vida.

¿Qué tipo de sufrimientos atendería Jesús hoy en su papel de Hijo de Dios?

¿Cómo podríamos testimoniar nuestro ser hijos e hijas de Dios con nuestro prójimo?