Bautismo del Señor
¡Ahora es cuando comienza todo!
Con el Bautismo del Señor se clausura un tiempo de fe, días de familia y de fiesta compartida, con la que hemos festejado y celebrado el Misterio de la Santa Navidad.
Con apenas pocos días para recuperarnos del gozo de la Navidad, asistimos hoy, no como espectadores y sí cómo adoradores de ese Niño que se hace grande, al Bautismo de Jesús. Un Bautismo que le empuja a sumergirse de lleno, no solamente en el agua fresca del río Jordán, sino también en el camino de conversión y de justicia, de dedicación y de entrega dejándose totalmente inspirar y dirigir por la voluntad del Padre. ¿Hay mayor y más exigente bautismo que ese?
Si ya Jesús comparte nuestra condición humana, hoy con el Bautismo, se pone junto a nosotros, se suma a la fila de aquellos que nos sentimos pecadores pero para devolvernos la gracia, la vida de Dios. Para arrancarnos de un mundo de oscuridades a una atmósfera de luz divina.
¡Gracias, Padre! No contento con presentarte como humilde siervo en Belén, nos muestras a tu Hijo Jesús para rescatarnos del mal y hacernos sentir lo que a veces perdemos por el camino: Hijos de Dios.
No podemos quedarnos perificados en y por las luces de la Navidad. Mucho menos distraídos por el ambiente consumista que, entre otras cosas, nos invita a dar gusto al paladar de la boca en detrimento de aquel otro que residen en el alma.
El Bautismo del Señor es la consecuencia de su nacimiento en Belén: ha venido para salvarnos y no para quedarse tapadito en una cuna. Ha nacido para crecer y enseñarnos el camino del amor.
Jesús no ha comparecido para cobijarse permanentemente al calor del buey o de la mula, con los agasajos de los Magos o la espontaneidad de los pastores. ¡Jesús va mucho más allá! ¡Quiere y desea nuestra salvación! Al descender al río Jordán comienza a remar en la dirección marcada por su Padre. Al acoger el Bautismo de manos de Juan, nos invita a subirnos en su barca para conquistar un horizonte marcado por sus palabras y sus hechos. ¿Estamos dispuestos a seguirle? ¿Qué hemos hecho nosotros con nuestro bautismo? ¿Lo hemos dejado solamente plasmado en una bonita fotografía, película de DVD o excusa para una fiesta familiar?
Que la Solemnidad del Bautismo del Señor nos ayude a sacar de nosotros ese Niño Jesús que, hoy más que nunca, necesita crecer en nuestro interior y ser testimoniado ante el mundo.
Flaco favor haríamos a la Navidad recientemente celebrada si pensáramos que, Dios, ha nacido para quedarse en el recuerdo de un infante, en nuestra niñez, en nuestra incapacidad para sumergirnos de lleno en esas aguas bautismales que nos hacen sentirnos hijos de Dios y llamados a una nueva vida. ¿Estamos dispuestos?
En el Bautismo de Jesús, el Espíritu Santo descendió sobre Él, para indicarnos que, con su fuerza, que es el amor, va a llevar adelante la misión que el Padre le encomendó. Por lo tanto, el Bautismo es para Jesús el momento en el que inaugura su misión evangelizadora. Por eso es la culminación del tiempo de la Navidad.
Esta fiesta nos invita a reflexionar un poco sobre el Bautismo que recibimos cada uno de nosotros. Es un sacramento que hemos descuidado mucho, que lo hemos distorsionado por una serie de costumbre sociales y que, en realidad, es el sacramento que debe marcar el rumbo de nuestra vida cristiana.
Nosotros no podemos quedarnos indiferentes. Recordemos que no solamente promueve el mal aquel que lo realiza, sino también aquel que pudiendo sembrar el bien no lo hace. Dios nos va a juzgar no solamente por nuestras obras, sino también por nuestras omisiones.