San Modesto de Jerusalén
Hay personas que pasan a la historia por distintos motivos. Hoy nos encontramos ante un hombre que intentó reconstruir los Santos Lugares de Jerusalén a base de esfuerzo y constancia.
Todo había quedado en ruinas cuando el rey persa Cosroes entró y no dejó piedra sobre piedra de todo lo que tuviera sabor o resonancia a cristiano.
Modesto, hombre providencial, era el superior de uno de los conventos asentados en Jerusalén. Y puso en jaque a todos los monjes para que buscaran todo lo que había quedado de la barbarie para reconstruirlo a base de paciencia y resolución.
La gente le ayudó con su esfuerzo en esta ingente labor. Incluso desde lejos, el mismo arzobispo de Alejandría, Egipto, le mandó alimento, trabajadores y ganado para el trabajo.
Cuando cayó derrotado el rey persa, Heráclito, emperador de Constantinopla, le prestó también su ayuda inestimable.
El mismo emperador, tras la muerte del arzobispo Zacarías, lo nombró a él con este cargo pastoral.
Este cargo le dio alas para volar por el cielo limpio que siempre había soñado.
Fue entonces cuando se entregó de lleno a la reconstrucción de cada templo y de todos los lugares -por insignificantes que fueran- de todo lo que había destruido los bárbaros infieles.
Había gente que le tenía envidia por lo que hacía. Aguardaban el momento para darle muerte. Y tuvo que ser mediante el veneno.
Murió en el año 634. Fue el restaurador de Jerusalén.