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Liturgia y Espiritualidad: Textos Litúrgicos
Sábado 28 de enero de 2023

TEXTOS

Carta a los Hebreos 11,1-2.8-10
Hermanos: La fe es seguridad de lo que se espera, y prueba de lo que no se ve. Por su fe, son recordados los antiguos. Por fe, obedeció Abrahán a la llamada y salió hacia la tierra que iba a recibir en heredad. Salió sin saber adónde iba. Por fe, vivió como extranjero en la tierra prometida, habitando en tiendas -y lo mismo Isaac y Jacob, herederos de la misma promesa-, mientras esperaba la ciudad de sólidos cimientos cuyo arquitecto y constructor iba a ser Dios. Por fe, también Sara, cuando ya le había pasado la edad, obtuvo fuerza para fundar un linaje, porque juzgó digno de fe al que se lo prometía. Y así, de uno solo y, en este aspecto, ya extinguido, nacieron hijos numerosos como las estrellas del cielo y como la arena incontable de las playas.
Con fe murieron todos éstos, sin haber recibido lo prometido; pero viéndolo y saludándolo de lejos, confesando que eran huéspedes y peregrinos en la tierra. Es claro que los que así hablan están buscando una patria; pues, si añoraban la patria de donde habían salido, estaban a tiempo para volver. Pero ellos ansiaban una patria mejor, la del cielo. Por eso Dios no tiene reparo en llamarse su Dios: porque les tenía preparada una ciudad. Por fe, Abrahán, puesto a prueba, ofreció a Isaac; y era su hijo único lo que ofrecía, el destinatario de la promesa, del cual le había dicho Dios: "Isaac continuará tu descendencia." Pero Abrahán pensó que Dios tiene poder hasta para hacer resucitar muertos. Y así, recobró a Isaac como figura del futuro.

Interleccional: Lucas 1,69-75
"Bendito sea el Señor, Dios de Israel, porque ha visitado a su pueblo."

Nos ha suscitado una fuerza de salvación en la casa de David, su siervo, según lo había predicho desde antiguo por boca de sus santos profetas. R.
Es la salvación que nos libra de nuestros enemigos y de la mano de todos los que nos odian; realizando la misericordia que tuvo con nuestros padres, recordando su santa alianza. R.
Y el juramento que juró a nuestro padre Abrahán. Para concedernos que, libres de temor, arrancados de la mano de los enemigos, le sirvamos con santidad y justicia, en su presencia, todos nuestros días. R.

Evangelio según San Marcos 4,35-41
Un día, al atardecer, dijo Jesús a sus discípulos: "Vamos a la otra orilla." Dejando a la gente, se lo llevaron en barca, como estaba; otras barcas lo acompañaban. Se levantó un fuerte huracán, y las olas rompían contra la barca hasta casi llenarla de agua. Él estaba a popa, dormido sobre un almohadón. Lo despertaron, diciéndole: "Maestro, ¿no te importa que nos hundamos?" Se puso en pie, increpó al viento y dijo al lago: "¡Silencio, cállate!" El viento cesó y vino una gran calma. Él les dijo: "¿Por qué sois tan cobardes? ¿Aún no tenéis fe?" Se quedaron espantados y se decían unos a otros: "¿Pero quién es éste? ¡Hasta el viento y las aguas le obedecen!"


COMENTARIO

La liturgia de este día es una invitación a cultivar la fe. La fe que es “certeza de lo que se espera” se repite para animar a las personas que viven en circunstancias desalentadoras.

Hoy son más las familias que viven la marginación y el despojo. Desde estas tempestades es desde donde Jesús nos invita a superar en comunidad aquello que amenaza con hundirnos. A pesar de la violencia y persecución de distintas formas, estamos invitados a construir el Reino cuidando y defendiendo la vida.

Se trata de no cansarse de compartir y de luchar, aunque todo parezca empeorar. El desempleo y el hambre aumentan, la violencia sesga vidas inocentes, abusos de poder, condenas injustas; todo está a la orden del día. En circunstancias de este tipo, la enseñanza de la fe como “garantía de lo que no se ve” adquiere un sentido iluminador: nos invita a celebrar los pequeños y sinceros gestos de amor, sabiendo que algún día, con nuestro arduo trabajo comunitario, veremos la sociedad que tanto anhelamos.