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Liturgia y Espiritualidad: Textos Litúrgicos
Miércoles 30 de agosto de 2023

TEXTOS

Carta II de San Pablo a los Corintios 10,17-11,2
Hermanos: El que se gloría, que se gloríe en el Señor. Porque el que vale no es el que se recomienda a sí mismo, sino aquel a quien Dios recomienda. ¡Ojalá quisieran tolerar un poco de locura de mi parte! De hecho, ya me toleran. Yo estoy celoso de ustedes con el celo de Dios, porque los he unido al único Esposo, Cristo, para presentarlos a Él como una virgen pura.

Salmo 148
"¡Alaben el Nombre del Señor, jóvenes y vírgenes!"

Alaben al Señor desde el cielo, alábenlo en las alturas; alábenlo, todos sus ángeles, alábenlo, todos sus ejércitos. R.
Los reyes de la tierra y todas las naciones, los príncipes y los gobernantes de la tierra; los ancianos, los jóvenes y los niños, alaben el Nombre del Señor. R.
Alaben el Nombre del Señor. Porque sólo su Nombre es sublime; su majestad está sobre el cielo y la tierra, y Él exalta la fuerza de su pueblo. ¡A Él, la alabanza de todos sus fieles, y de Israel, el pueblo de sus amigos! R.

Evangelio según San Mateo 13,44-46
Jesús dijo a la multitud: "El Reino de los Cielos se parece a un tesoro escondido en un campo; un hombre lo encuentra, lo vuelve a esconder, y lleno de alegría, vende todo lo que posee y compra el campo. El Reino de los Cielos se parece también a un negociante que se dedicaba a buscar perlas finas; y al encontrar una de gran valor, fue a vender todo lo que tenía y la compró."


COMENTARIO

Jesús nos dice que el Reino de los Cielos es algo tan precioso que no tiene precio. Que el valor de todo lo que poseemos se reduce en comparación con él. El tesoro, o la perla, no deben ser considerados, aquí, como externos a nosotros. Representan la misma vida humana, única para cada uno. Somos invitados a reflexionar sobre ella y sobre nuestras actitudes y acciones para entender si somos coherentes con nuestras convicciones. Nos hemos despojado del egoísmo, de las apariencias, de lo superficial, de todo aquello que nos impide poseer a Dios? Solo vaciando el corazón de nosotros mismos, podrá ser ocupado por Dios.

Pablo nos invita a esforzarnos por una conversión sincera y profunda que comienza poniendo nuestra gloria en Dios, como él lo hizo, para conseguir así una vida digna.

Que al leer y meditar la Palabra del Señor nos animemos a tomarla no como palabra humana sino divina y así tenga frutos de coherencia alegre en nuestra vida y sus relaciones con los demás. Se trata de ser sal y luz del mundo.

En la dimensión profunda del ser humano se encuentra a Dios que lo espera.