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Liturgia y Espiritualidad: Textos Litúrgicos
Martes 21 de noviembre de 2023 - Presentación de la Virgen María

TEXTOS

Libro de Zacarías 2,14-17
Grita de júbilo y alégrate, hija de Sión: porque yo vengo a habitar en medio de ti -oráculo del Señor-. Aquel día, muchas naciones se unirán al Señor: ellas serán un pueblo para él y habitarán en medio de ti. ¡Así sabrás que me ha enviado a ti el Señor de los ejércitos! El Señor tendrá a Judá como herencia, como su parte en la Tierra santa, y elegirá de nuevo a Jerusalén. ¡Que callen todos los hombres delante del Señor, porque él surge de su santa Morada!

Interleccional: Lc 1,46-55
"El Todopoderoso ha hecho en mí grandes cosas."

Mi alma canta la grandeza del Señor, y mi espíritu se estremece de gozo en Dios, mi Salvador. R.
Porque Él miró con bondad la pequeñez de su servidora. En adelante todas las generaciones me llamarán feliz, porque el Todopoderoso ha hecho en mí grandes cosas: ¡su Nombre es santo! R.
Su misericordia se extiende de generación en generación sobre aquellos que lo temen. Desplegó la fuerza de su brazo, dispersó a los soberbios de corazón. R.
Derribó a los poderosos de su trono y elevó a los humildes. Colmó de bienes a los hambrientos y despidió a los ricos con las manos vacías. R.
Socorrió a Israel, su servidor, acordándose de su misericordia, como lo había prometido a nuestros padres, en favor de Abraham y de su descendencia para siempre. R.

Evangelio según San Mateo 12,46-50
Jesús estaba hablando a la multitud, cuando su madre y sus hermanos, que estaban afuera, trataban de hablar con Él. Alguien le dijo: «Tu madre y tus hermanos están ahí afuera y quieren hablarte». Jesús le respondió: «¿Quién es mi madre y quiénes son mis hermanos?» Y señalando con la mano a sus discípulos, agregó: «Estos son mi madre y mis hermanos. Porque todo el que hace la voluntad de mi Padre que está en el cielo, ese es mi hermano, mi hermana y mi madre».


COMENTARIO

La escena que nos presenta el evangelio de hoy es interesante. Mientras Jesús se halla en una casa, con gente reunida para escucharle, sucede que sus hermanos y su madre, María, vienen a donde Él está y envían a alguien para que le de aviso de que desean verle.

Jesús ha estado enseñando la Palabra de Dios... Ya lleva tiempo haciéndolo y en ninguna de las veces anteriores se ve, se menciona o se insinúa que su familia biológica haya estado presente. Mientras enseñaba a la multitud, ni su madre ni sus hermanos han estado apoyándolo ni aprendiendo. Ahora están afuera y quieren hablarle... ¿Por qué?

En Marcos 3,20-21 (pasaje paralelo a éste de Mateo) se nos da una posible respuesta. El texto dice: "Se agolpó de nuevo la gente, de modo que ellos ni aun podían comer pan. Cuando lo oyeron los suyos, vinieron para prenderle; porque decían: 'Está fuera de sí'". Con "los suyos" se refiere a la familia biológica de Jesús... Este párrafo nos ayuda a entender el por qué María y los hermanos de Jesús querían hablar con él. Aparentemente habían escuchado lo que estaban diciendo de él los fariseos, los ancianos de Israel y demás líderes y llegaron a preocuparse. Tal vez concluyeron que Jesús se estaba pasando de la raya y corría peligro, y fueron a hablarle. Tal vez querían que les aclarara lo que estaban escuchando acerca de él...

Los familiares de sangre de Jesús no eran parte de sus seguidores. Y esto nos enseña una gran verdad: la salvación no se adquiere por nacimiento, ni por la sangre sino por medio de la fe en el Hijo de Dios. Los lazos de sangre y carne no nos hacen familia de Dios. La salvación no viene por la naturaleza sino por la Gracia de Dios.

Es un error frecuente, que promueven algunos grupos evangélicos, el decir que todos somos hijos de Dios. No es así. Todos somos criaturas de Dios. Pero no todos somos hijos de Dios. Ser hijo de Dios es algo que se adquiere, no por naturaleza sino por Su Gracia.

Jesús nos dice que sólo por la fe y la Gracia entramos a ser parte de la familia de Dios y, al señalar a sus discípulos como su madre y sus hermanos, nos enseña que los lazos de la familia de la fe no solo son más profundos, sino que transcienden hasta la misma eternidad. Todos los demás lazos humanos terminan en la muerte, pero no los lazos de la familia de la fe, que permanecen para siempre.

Por último, Jesús nos dice cómo podemos conocer a quienes son de la familia de Dios: son los que con sinceridad hacen la voluntad del Padre. En otras palabras, nadie tiene el derecho de considerarse hijo de Dios, familia de Dios, a menos que con sinceridad busque cumplir los mandamientos de Dios. Esa es la evidencia de haber nacido de Dios, de ser sus hijos adoptivos: el buscar obedecer sus mandamientos.

Es importante comprender que las palabras de Jesús no fueron ningún desaire, ni rechazo o desprecio para su Madre y hermanos de sangre sino la constatación de que cualquiera que pretenda ser su madre, hermano o hermana, tiene que serlo primero por el fiel cumplimiento de la Voluntad de su Padre celestial.

Cristo quiere que seamos sus verdaderos hermanos o madres, distinguiéndonos, principalmente, por nuestra docilidad al Padre. ¿Dónde encontramos su voluntad? En nuestro deber diario según nuestra condición de vida, en los mandamientos, en hacer el bien, en transmitirlo a los demás, en vivir de cara a Dios.

Si dejamos resonar el Evangelio de hoy en nuestro interior podemos percibir la invitación del Señor a descubrirlo en tantos hermanos. Y pedirle no perder de vista que con cada ser humano, sea cual sea su condición, debemos mantener una relación fraterna con la cual hemos de crear lazos sanantes y humanizantes.

Y una aclaración final: Aunque los hermanos de Jesús no creían en él mientras vivía, luego de la resurrección ellos creyeron en Jesús. Lo sabemos porque los vemos en el culto de oración que la iglesia hacía antes de Pentecostés.