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Liturgia y Espiritualidad: Textos Litúrgicos
Miércoles 10 de enero de 2024

TEXTOS

Libro I de Samuel 3,1-20
En aquellos días, el pequeño Samuel servía en templo del Señor bajo la vigilancia de Elí. Por aquellos días las palabras del Señor eran raras y no eran frecuentes las visiones. Un día estaba Elí acostado en su habitación; se le iba apagando la vista y casi no podía ver. Aún ardía la lámpara de Dios, y Samuel estaba acostado en el templo del Señor, donde estaba el arca de Dios. El Señor llamó a Samuel y él respondió: "Aquí estoy. Fue corriendo a donde estaba Elí y le dijo: "Aquí estoy; vengo porque me has llamado". Respondió Elí: "No te he llamado; vuelve a acostarte. Samuel volvió a acostarse. Volvió a llamar el Señor a Samuel. El se levantó y fue a donde estaba Elí y le dijo: "Aquí estoy, vengo porque me has llamado". Respondió Elí: "No te he llamado, hijo mío; vuelve a acostarte". Aún no conocía Samuel al Señor, pues no le había sido revelada la palabra del Señor. Por tercera vez llamó el Señor a Samuel, y él se fue a donde estaba Elí y le dijo: "Aquí estoy; vengo porque me has llamado". Elí comprendió que era el Señor quien llamaba al muchacho y dijo a Samuel: "Anda, acuéstate; y si te llama alguien, responde: Habla Señor, que tu siervo te escucha". Samuel fue y se acostó en su sitio. El Señor se presentó y le llamó como antes: "¡Samuel, Samuel!" El respondió: "Habla, Señor, que tu sirvo te escucha". Samuel crecía, Dios estaba con él, y ninguna de sus palabras dejó de cumplirse; y todo Israel, desde Dan hasta Berseba, supo que Samuel era profeta acreditado ante el Señor.

Salmo 39
"Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad."

Yo esperaba con ansia al Señor: él se inclinó y escuchó mi grito. Dichoso el hombre que ha puesto su confianza en el Señor, y no acude a los idólatras que se extravían con engaños. R.
Tú no quieres sacrificios ni ofrendas, y en cambio me abriste el oído; no pides sacrificio expiatorio, entonces yo digo: "Aquí estoy". R.
Como está escrito en mi libro: "Para hacer tu voluntad". Dios mío, lo quiero, y llevo tu ley en las entrañas. R.

Evangelio según San Marcos 1,29-39
En aquel tiempo, al salir Jesús de la sinagoga, fue con Santiago y Juan a casa de Simón y Andrés. La suegra de Simón estaba en cama con fiebre, y se lo dijeron. Jesús se acercó, la cogió de la mano y la levantó. Se le pasó la fiebre y se puso a servirles. Al anochecer, cuando se puso el sol, le llevaron todos los enfermos y poseídos. La población entera se agolpaba a la puerta. Curó a muchos enfermos de diversos males y expulsó muchos demonios; y como los demonios lo conocían, no les permitía hablar. Se levantó de madrugada, se marchó al descampado y allí se puso a orar. Simón y sus compañeros fueron y, al encontrarlo, le dijeron: "Todo el mundo te busca". El les respondió: "Vámonos a otra parte, a las aldeas cercanas, para predicar también allí; que para eso he venido". Así recorrió toda Galilea, predicando en las sinagogas y expulsando los demonios.


COMENTARIO

La acción liberadora de Jesús tiene una finalidad clara y solidaria: el servicio. Al sanar a los enfermos presenta dos palabras clave: levantar y disponerse a servir.

Jesús ofrece un método cercano para sanar. Lo primero "tocar" al otro, acercarnos a su situación personal, más que palabras de buena fe es mostrarle nuestra cercanía y preocupación por lo que está viviendo. Lo segundo "servir" a quienes nos rodean sabedores de que "el bien es difuso de sí mismo" y que "sintiendo" el amor de Dios en la vida no se puede menos que ser agradecido dando lo mejor a los demás.

Por otra parte Jesús está contra lo espectacular, actúa desde la simplicidad de la vida sin esperar reconocimientos ni aplausos y en esa sencillez nos muestra que tiene todo el poder para asumir nuestras miserias y cargar con nuestras enfermedades.

Que como el joven Samuel sepamos estar atentos a la palabra del Señor en los acontecimientos, las personas y su palabra escrita para responder en este día con alegría: "habla Señor que tu siervo escucha".