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Liturgia y Espiritualidad: Textos Litúrgicos
Lunes 18 de marzo de 2024

TEXTOS

Libro de Daniel 13,1-9.15-17.19-30.36-62
Vivía en Babilonia un hombre llamado Joaquín. Se había casado con una mujer llamada Susana, hija de Jilquías, muy bella y temerosa de Dios; sus padres eran justos y habían educado a su hija según la Ley de Moisés. Joaquín era muy rico. Tenía un jardín junto a su casa, y los judíos acudían donde él porque gozaba de gran estima entre todos. Aquel año habían sido nombrados jueces dos ancianos escogidos entre el pueblo. En ellos se verificó lo que dijo el Señor: «La corrupción ha salido de Babilonia, de los ancianos que hacían de jueces y que parecían guiar al pueblo». Estos dos ancianos venían a menudo a casa de Joaquín, y todos los que tenían algún pleito se dirigían a ellos. Cuando a mediodía ya todo el mundo se había retirado, Susana iba a pasear por el jardín de su marido. Los dos ancianos, que la veían ir a pasear todos los días, empezaron a desearla. Perdieron la cabeza, dejando de mirar al Cielo y olvidando sus justos juicios.
Mientras estaban esperando la ocasión favorable, Susana entró un día en el jardín, como los días anteriores, acompañada solamente de las sirvientas jóvenes, y como hacía calor, quiso bañarse en el jardín. Allí no había nadie excepto los dos ancianos que estaban espiando escondidos. Susana dijo a sus criadas: «Tráiganme jabón y perfume y cierren las puertas del jardín para poder bañarme.»
En cuanto salieron las sirvientas, los dos ancianos se levantaron y fueron corriendo donde ella. Y le dijeron: «Las puertas del jardín están cerradas y nadie nos ve. Nosotros estamos llenos de pasión por ti; consiente y entrégate a nosotros. Si no lo haces, juraremos que un joven estaba contigo y que por eso habías despedido a tus criadas. Susana exclamó gimiendo: «Me encuentro sitiada por todos lados. Si consiento, es como morir; si no consiento, no me libraré de las manos de ustedes. Pero prefiero caer en manos de ustedes sin pecar, antes que pecar delante del Señor. Y Susana se puso a gritar muy fuertemente. Los dos ancianos gritaron también contra ella, y uno de ellos corrió a abrir las puertas del jardín. Al oír estos gritos en el jardín, las gentes de la casa se precipitaron por la puerta lateral para ver qué pasaba. Y cuando los ancianos contaron su historia, los sirvientes se sintieron muy avergonzados, porque jamás se había dicho de Susana cosa semejante. A la mañana siguiente, cuando el pueblo se reunió en casa de Joaquín, su marido, llegaron allá los dos ancianos, llenos de pensamientos perversos contra Susana, para hacerla condenar a muerte. Y dijeron en presencia del pueblo: «Manden a buscar a Susana, hija de Jilquías, la esposa de Joaquín.» La mandaron a buscar. Y ella compareció acompañada de sus padres, de sus hijos y de todos sus parientes.
Los ancianos dijeron: «Mientras nosotros paseábamos solos por el jardín, entró ésta con dos criadas. Cerró las puertas y despidió a las criadas. Entonces se le acercó un joven que estaba escondido y pecó con ella. Nosotros, que estábamos en un rincón del jardín, al ver esta maldad, fuimos corriendo hacia ellos. Los pillamos juntos, pero a él no lo pudimos atrapar porque era más forzudo que nosotros y, abriendo la puerta, se escapó. Entonces la apresamos y le preguntamos quién era ese joven y no quiso decirlo. Somos testigos de todo esto. La asamblea los creyó, ya que eran ancianos y jueces del pueblo, y la condenaron a muerte. Entonces Susana exclamó con voz fuerte: «Oh Dios eterno, que conoces los secretos, que todo lo sabes antes que suceda, tú sabes que éstos me han levantado un falso testimonio. Mira que voy a morir sin haber hecho nada de lo que su maldad ha planeado contra mí. El Señor escuchó su voz y cuando la llevaban a la muerte, Dios despertó el santo espíritu de un jovencito llamado Daniel, 46.que se puso a gritar: «Yo soy inocente de la muerte de ésta.» Todo el pueblo se volvió a él y le dijo: «¿Qué significa todo eso que has dicho?» El, de pie en medio de ellos, respondió: «¿Tan torpes son, hijos de Israel, que condenan sin averiguación y sin evidencia a una hija de nuestro pueblo? Vuelvan al tribunal, porque el testimonio que éstos han levantado contra ella es falso.» Todo el pueblo se apuró en volver allá y los ancianos dijeron a Daniel: «Ven a sentarte con nosotros y dinos lo que piensas, ya que Dios te ha dado la sabiduría de los ancianos.» Daniel les dijo entonces: «Sepárenlos lejos a uno del otro y yo los interrogaré.» Una vez que los separaron, Daniel llamó a uno de ellos y le dijo: «Envejecido en la maldad, ahora vas a pagar los crímenes de tu vida pasada. Tú dictabas sentencias injustas, condenabas a los inocentes y absolvías a los culpables, cuando el Señor ha dicho: 'No harás morir al inocente justo'. Así, pues, si tú lo has visto, dinos debajo de qué árbol los viste entretenerse juntos.» Respondió él: «Bajo una acacia.» Y Daniel contestó: «Verdaderamente te has condenado con esta mentira, pues ya el ángel de Dios ha recibido de él la sentencia y viene a partirte por medio.» Después que despidió a éste, Daniel mandó traer al otro y le dijo: «Raza de Canaán, no de Judá; la hermosura te ha hechizado y la pasión corrompió tu corazón. Así trataban a las mujeres de Israel, y ellas por miedo condescendían con ustedes. Pero una hija de Judá no soportó la maldad de ustedes. Dime ahora debajo de qué árbol los sorprendiste juntos» El respondió: «Bajo una encina.» Dijo Daniel: «Tú también has mentido, para mal tuyo: el ángel del Señor ya está esperando, espada en mano, para partirte por el medio y acabar con ustedes.» Entonces toda la asamblea exclamó en alta voz bendiciendo a Dios, que salva a los que esperan en él. Luego se levantaron contra los dos ancianos que Daniel convenció de falso testimonio por sus propias declaraciones, les dieron muerte para cumplir la ley de Moisés y ese día se salvó una vida inocente.

Salmo 22
"El Señor es mi pastor, nada me falta."

El Señor es mi pastor, nada me falta: en verdes praderas me hace recostar, me conduce hacia fuentes tranquilas y repara mis fuerzas. R.
Me guía por el sendero justo, por el honor de su nombre. Aunque camine por cañadas oscuras, nada temo, porque tú vas conmigo: tu vara y tu cayado me sosiegan. R.
Preparas una mesa ante mí, enfrente de mis enemigos; me unges la cabeza con perfume, y mi copa rebosa. R.
Tu bondad y tu misericordia me acompañan todos loa días de mi vida, y habitaré en la casa del Señor por los años sin término. R.

Evangelio según San Juan 8,1-11
En aquel tiempo, Jesús se fue al monte de los Olivos. Al amanecer estaba ya nuevamente en el Templo; toda la gente acudía a él, y él se sentaba para enseñarles. Los maestros de la Ley y los fariseos le trajeron una mujer que había sido sorprendida en adulterio. La colocaron en medio y le dijeron: "Maestro, esta mujer es una adúltera y ha sido sorprendida en el acto. En un caso como éste la Ley de Moisés ordena matar a pedradas a la mujer. Tú, ¿qué dices?" Le hacían esta pregunta para ponerlo en dificultades y tener algo de qué acusarlo. Pero Jesús se inclinó y se puso a escribir en el suelo con el dedo. Como ellos insistían en preguntarle, se enderezó y les dijo: "Aquel de ustedes que no tenga pecado, que le arroje la primera piedra." Se inclinó de nuevo y siguió escribiendo en el suelo. Al oír estas palabras, se fueron retirando uno tras otro, comenzando por los más viejos, hasta que se quedó Jesús solo con la mujer, que seguía de pie ante él. Entonces se enderezó y le dijo: "Mujer, ¿dónde están? ¿Ninguno te ha condenado?" Ella contestó: "Ninguno, señor." Y Jesús le dijo: "Tampoco yo te condeno. Vete y en adelante no vuelvas a pecar."


COMENTARIO

"Aquel que salva una vida, salva al mundo entero" dice el Talmud, el libro sagrado de la religión judía. Pareciera que Jesús, empeñado en darle plenitud a la ley, se aferra a esta idea: la de salvar más allá de condenar.

Ante la pregunta de los maestros de la ley respecto del adulterio, no se apresura a responder, consciente de que está en riesgo la vida de una mujer reducida a "objeto de impureza" por parte de una sociedad patriarcal machista. Jesús se abaja al nivel del suelo, donde se encuentra colocada en ese momento la dignidad de un ser humano. En contacto visual y emocional con la mujer, reflexiona y seguramente ora, pensando cómo ayudarla frente a tantas personas que la quieren ver muerta.

La respuesta de Jesús apela a la verdad del proyecto de Dios, que no ha venido a condenar sino a recuperar la vida maltratada. Jesús nos recuerda que Dios no quiere un mundo de víctimas y victimarios, sino de vidas liberadas del egoísmo y la maldad.