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Liturgia y Espiritualidad: Textos Litúrgicos
Miércoles 20 de marzo de 2024

TEXTOS

Libro de Daniel 3,1.4-6.8.12-20.23-29.32.34-35.46-47.49-52.89-93.95
El rey Nabucodonosor hizo una estatua de oro de treinta metros de alto por tres metros de ancho, y la colocó en el llano de Dura, en la provincia de Babilonia. Un mensajero proclamó con voz fuerte: «Hombres de toda raza, nación y lengua, en el momento en que oigan la trompeta, la flauta, la cítara, la sambuca, el salterio, la zampoña y cualquier música, ustedes tendrán que postrarse y adorar la estatua de oro erigida por el rey Nabucodonosor. Los que no se postren y la adoren, serán echados inmediatamente a un horno de fuego ardiente.» Algunos magos fueron a denunciar a los judíos. «Hay algunos judíos -Sidrac, Misac y Abdénagoa los que has encargado la administración de la provincia de Babilonia, y que no te han hecho caso; no sirven a tus dioses y no adoran la estatua de oro que has levantado.» Enfurecido, Nabucodonosor mandó a llamar a Sidrac, Misac y Abdénago. El les dijo: «¿Es verdad que ustedes no veneran a mis dioses y no adoran la estatua de oro que yo he levantado? ¿Están dispuestos ahora, cuando oigan el son de la trompeta y demás instrumentos musicales, a postrarse y adorar la estatua que he fabricado? Si no, serán inmediatamente arrojados al horno ardiente. Y entonces, ¿qué Dios los podrá librar de mis manos?» Sidrac, Misac y Abdénago respondieron al rey. Le dijeron: «No necesitamos contestar sobre esto. Si nuestro Dios, a quien servimos, quiere librarnos, nos librará del horno y de tus manos. Si no lo hace, tienes que saber que de todas maneras no serviremos a tus dioses ni adoraremos tu estatua.» Entonces el rey cambió de actitud con respecto a ellos y se enfureció. Ordenó que se calentara el horno siete veces más de lo corriente. Mandó hombres fuertes de su ejército a que los ataran y arrojaran al horno ardiente. Los tres cayeron, atados, en medio del horno de fuego ardiente. Sin embargo, iban por entre las llamas alabando a Dios y bendiciendo al Señor. Y Azarías, de pie en medio del fuego, tomó la palabra y oró así «Bendito seas, Señor, Dios de nuestros padres que tu Nombre sea alabado y glorificado eternamente Porque eres justo en todo lo que has hecho todas tus obras son verdaderas rectos todos tus caminos y verdaderos todos tus juicios Has llevado a efecto una sentencia justa al traer el mal sobre nosotros y sobre Jerusalén, la Ciudad Santa de nuestros padres. Has obrado conforme a la verdad y la justicia, para castigo de nuestros pecados. Has llevado a efecto una sentencia justa al traer el mal sobre nosotros y sobre Jerusalén, la Ciudad Santa de nuestros padres. Porque hemos pecado y obrado perversamente alejándonos de ti. Pecamos mucho en todo y no dimos oído a tus mandamientos. Nos entregaste en manos de nuestros enemigos, gente sin ley, pésimos impíos, en manos de un rey injusto, el más perverso de toda la tierra. No nos abandones para siempre, por amor de tu Nombre no rechaces tu alianza. No nos retires tu misericordia, por Abraham, tu amigo, por Isaac, tu siervo, por Israel, tu santo.» Los siervos del rey, que los habían arrojado al horno, no cesaban de atizar el fuego con petróleo, alquitrán, estopa y sarmientos, tanto que las llamas se elevaban por encima del horno unos veinticinco metros. Pero el ángel del Señor bajó al horno junto a Azarías y sus compañeros; empujó fuera del horno la llama de fuego, y les sopló, en medio del horno, como una frescura de brisa y de rocío, de modo que el fuego no los tocó ni les causó dolor ni molestia. Entonces los tres, a coro, se pusieron a cantar, glorificando y bendiciendo a Dios dentro del horno, y diciendo «Bendito seas, Señor, Dios de nuestros padres, alabado y exaltado eternamente Bendito sea tu santo y glorioso Nombre, cantado y exaltado eternamente. Porque él nos ha arrancado del infierno, nos ha salvado de manos de la muerte, nos ha librado del horno de ardientes llamas y nos ha sacado de en medio de ellas. Den gracias al Señor, porque es bueno, porque su misericordia es eterna todos los que adoran al Señor, bendigan al Dios de los dioses, alábenlo y reconózcanlo porque su misericordia es eterna.» Entonces el rey Nabucodonosor, muy asombrado, se levantó de repente y preguntó a sus consejeros: «¿No echamos al fuego a estos tres hombres atados?» Ellos respondieron: «Indudablemente.» Dijo el rey: «Pero yo estoy viendo a cuatro hombres que se pasean libremente en medio del fuego, sin sufrir ningún daño, y el cuarto tiene el aspecto de un hijo de los dioses.» Y Nabucodonosor se acercó a la boca del horno ardiente y dijo: «Sidrac, Misac y Abdénago, servidores del Dios Altísimo, salgan y vengan acá.» Entonces ellos salieron de en medio del fuego. Nabucodonosor exclamó: «Bendito sea el Dios de Sidrac, Misac y Abdénago que envió a su ángel a librar a sus siervos que, confiando en él, desobedecieron la orden del rey y entregaron su cuerpo al fuego antes que servir y adorar a ningún otro fuera de su Dios. Yo ordeno, pues: De toda raza, nación y lenguaje, todo aquel que hable de forma irreverente del Dios de Sidrac, Misac y Abdégano será cortado en pedazos y su casa será destruida porque no hay otro dios que pueda salvar de este modo.»

Interleccional: Daniel 3,52-56
"A ti gloria y alabanza por los siglos."

Bendito eres, Señor, Dios de nuestros padres, bendito tu nombre santo y glorioso. R.
Bendito eres en el templo de tu santa gloria. R.
Bendito eres sobre el trono de tu reino. R.
Bendito eres tú, que sentado sobre querubines sondeas los abismos. R.
Bendito eres en la bóveda del cielo. R.

Evangelio según San Juan 8,31-42
En aquel tiempo, dijo Jesús a los judíos que habían creído en él: "Si os mantenéis en mi palabra, seréis de verdad discípulos míos; conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres." Le replicaron: "Somos linaje de Abrahán y nunca hemos sido esclavos de nadie. ¿Cómo dices tú: 'Seréis libres'?" Jesús les contestó: "Os aseguro que quien comete pecado es esclavo. El esclavo no se queda en la casa para siempre, el hijo se queda para siempre. Y si el Hijo os hace libres, seréis realmente libres. Ya sé que sois linaje de Abrahán; sin embargo, tratáis de matarme, porque no dais cabida a mis palabras. Yo hablo de lo que he visto junto a mi Padre, pero vosotros hacéis lo que le habéis oído a vuestro padre." Ellos replicaron: "Nuestro padre es Abrahán." Jesús les dijo: "Si fuerais hijos de Abrahán, haríais lo que hizo Abrahán. Sin embargo, tratáis de matarme a mí, que os he hablado de la verdad que le escuché a Dios, y eso no lo hizo Abrahán. Vosotros hacéis lo que hace vuestro padre." Le replicaron: "Nosotros no somos hijos de prostitutas; tenemos un solo padre: Dios." Jesús les contestó: "Si Dios fuera vuestro padre, me amaríais, porque yo salí de Dios, y aquí estoy. Pues no he venido por mi cuenta, sino que él me envió."


COMENTARIO

Hay momentos de profundas crisis religiosas cuando la avalancha modernizante echa por tierra usos y costumbres ancestrales. Entonces, se vuelve imperativo recuperar la memoria del Dios que salva, y con ella la propia identidad histórica.

Esto sucedía cuando el helenismo golpeaba la comprensión del mundo, de la historia y de los modos de vida asumidos por el pueblo de Dios. Particularmente los jóvenes se sentían atraídos por el estilo de vida griego, en tanto que los sabios judíos recurrían a las memorias de la salvación, algunas transmitidas por Daniel, para rescatar su identidad.

La necesidad de experimentar el poder de Dios no es exclusiva de los jóvenes. Nos gustaría una muestra apabullante del Dios verdadero que convenciera hasta a los idólatras. Pero, ¿esto nos haría mejores personas? ¿Nos haría capaces de acogernos a la bondad del Creador o sería su poder el que nos llenaría de temor? ¿Nos haría crecer esto en libertad y dignidad?

Respondamos con toda honestidad en nuestra oración de hoy, qué tipo de experiencia hemos hecho con Dios. Nuestra respuesta despejará cualquier crisis.