Home Contáctenos








Liturgia y Espiritualidad: Textos Litúrgicos
Jueves 30 de mayo de 2024

TEXTOS

Carta I de San Pedro 2,2-5.9-12
Queridos hermanos: Como niños recién nacidos, deseen la leche pura de la Palabra, que los hará crecer para la salvación, ya que han gustado qué bueno es el Señor. Al acercarse a él, la piedra viva, rechazada por los hombres pero elegida y preciosa a los ojos de Dios, también ustedes, a manera de piedras vivas, son edificados como una casa espiritual, para ejercer un sacerdocio santo y ofrecer sacrificios espirituales, agradables a Dios por Jesucristo. Ustedes, en cambio, son una raza elegida, un sacerdocio real, una nación santa, un pueblo adquirido para anunciar las maravillas de aquel que los llamó de las tinieblas a su admirable luz: ustedes, que antes no eran un pueblo, ahora son el Pueblo de Dios; ustedes que antes no habían obtenido misericordia, ahora la han alcanzado. Queridos míos, yo los exhorto, como a gente de paso y extranjeros: no cedan a los deseos carnales que combaten contra el alma. Observen una buena conducta en medio de los paganos y así, los mismos que ahora los calumnian como a malhechores, al ver sus buenas obras, tendrán que glorificar a Dios el día de su Visita.

Salmo 99
"Aclame al Señor toda la tierra."

Aclame al Señor toda la tierra, sirvan al Señor con alegría, lleguen hasta él con cantos jubilosos. R.
Reconozcan que el Señor es Dios: él nos hizo y a él pertenecemos; somos su pueblo y ovejas de su rebaño. R.
Entren por sus puertas dando gracias, entren en sus atrios con himnos de alabanza, alaben al Señor y bendigan su Nombre. R.
¡Qué bueno es el Señor! Su misericordia permanece para siempre, y su fidelidad por todas las generaciones. R.

Evangelio según San Marcos 10,46-52
Cuando Jesús salía de Jericó, acompañado de sus discípulos y de una gran multitud, el hijo de Timeo -Bartimeo, un mendigo ciego- estaba sentado junto al camino. Al enterarse de que pasaba Jesús, el Nazareno, se puso a gritar: «¡Jesús, Hijo de David, ten piedad de mí!» Muchos lo reprendían para que se callara, pero él gritaba más fuerte: «¡Hijo de David, ten piedad de mí!» Jesús se detuvo y dijo: «Llámenlo.» Entonces llamaron al ciego y le dijeron: «¡Animo, levántate! El te llama.» Y el ciego, arrojando su manto, se puso de pie de un salto y fue hacia él. Jesús le preguntó: «¿Qué quieres que haga por ti?» El le respondió: «Maestro, que yo pueda ver.» Jesús le dijo: «Vete, tu fe te ha salvado.» En seguida comenzó a ver y lo siguió por el camino.


COMENTARIO

Hay un refrán popular que dice: "no hay peor ciego que aquel que no quiere ver." Marcos nos muestra la ironía de un hombre ciego que tiene perspectiva espiritual, mientras que muchos que podían ver, incluyendo a los líderes religiosos, eran ciegos espiritualmente.

Una vez más, Marcos nos muestra una perícopa centrada en su preocupación por la idea del seguimiento de Jesús. Para el autor del evangelio, el discipulado tiene un costo. En el camino a Jerusalén los discípulos reciben luz acerca de los padecimientos y sufrimientos que su Maestro habrá de enfrentar en Jerusalén. Sin embargo, según el relato de Marcos, el concepto de Mesías que tenían sus discípulos los inducía a pensar sólo en términos de gloria y realeza. Jacobo y Juan, preocupados por el lugar que habrían de ocupar en la gloria venidera son el ejemplo de aquellos/as que no son capaces de comprender a profundidad el costo del discipulado.

En los evangelios, se utiliza usualmente el concepto del camino (en griego: hodos) para describir al seguidor de Jesús. El camino es sobre todo el lugar teológico en donde los discípulos reciben las lecciones del Reino. Quien quiera seguir a Jesús o proclamar su Reino, no comprenderá a profundidad lo que significa ver la vida desde el camino si pretende observarla desde la orilla o el balcón. Este evangelio que nos ocupa para este domingo pone en perspectiva todo lo anterior.

Junto al camino, por donde pasaban los más ilustres maestros de la Ley hacia la fiesta de la pascua, estaba sentado, mendigando, un ciego en quien las posibilidades para un minuto de misericordia por parte de los transeúntes eran escasas.

Este ciego, Bartimeo, comenzó a dar voces y a decir: "¡Jesús, Hijo de David, ten misericordia de mí!" Esta confesión contiene el primer reconocimiento público de Jesús con su título mesiánico. El reclamo del ciego: "ten misericordia de mí" implica que su situación era deplorable.

A pesar de que muchos lo reprendían para que se callase, Jesús no prohibe que el ciego use su título mesiánico porque el tiempo del "secreto mesiánico" ha pasado. Ahora que se encamina a Jerusalén, acepta dicho título abiertamente, ante la multitud. Por su parte, Bartimeo sigue solicitando auxilio y compasión con mayor fuerza. Esto significa que no callaría para complacer a la multitud.

Jesús se detiene y "mandó llamarlo." Aquellos que reprenden al ciego son llamados a sacar al ciego del margen del camino. Son llamados a servir e integrar a otros al camino. La forma verbal de imperativo presente que usa el autor, invita al ciego a llenarse de valor gozoso: "Ten confianza; levántate, te llama." La acción de Bartimeo de "arrojar la capa" y "levantarse" representa una actitud decisiva del ciego. Se quita el manto y libre del mismo para que no le estorbe, corre de prisa a Jesús. "¿Qué quieres que te haga?", pregunta Jesús. Lo que Jesús quiere no es sólo sanar a este hombre, sino además entrar en una relación de comunión personal con él, para que de este modo su "fe" sea más que meramente "milagrosa" y así Bartimeo pueda "glorificar a Dios" como realmente habría de suceder. El ciego es específico en su petición: "Maestro, que recobre la vista".

Ante la petición del ciego, Jesús le dice: "Vete, tu fe te ha salvado". La vista del hombre le fue restaurada inmediatamente; todos los sinópticos mencionan este gran hecho. También añaden que el ciego seguía a Jesús. De este modo, la afirmación de la curación es más que el recobrar la vista. Bartimeo no sólo ha logrado la visión corporal, sino que, mediante su fe, ha conseguido el acceso a Jesús, que es capaz de salvarlo.

Así como ocurrió con Bartimeo, se espera que la iglesia afronte su llamado manteniéndose en el camino a pesar de las crisis que pueda experimentar. De igual modo, debe responder de manera diaconal (con actitud de servicio) ante las necesidades de aquellos/as que habrá de encontrar junto al camino. Ello implica que la tarea de la iglesia se da en el camino y no como observadora; entre aquellos/as que al igual que Bartimeo gritan solicitando ser atendidos.

En palabras del ya fallecido teólogo presbiteriano, Juan A. Mackay, el camino puede definirse así: "Por Camino quiero decir el lugar en que la vida se vive tensamente, donde el pensamiento nace del conflicto y el serio interés, donde se efectúan elecciones y se llevan a cabo decisiones. Lugar de acción, de peregrinación, de cruzada, donde jamás está ausente del corazón del caminante un interés serio y profundo. En el Camino se busca una meta, se corren peligros, se derrama a cada paso la vida... Muchos, cuyas vidas han transcurrido en el Camino, jamás han viajado muy lejos de su escritorio o su púlpito, su clínica del hospital o su banco de carpintero. Otros que están en el Camino, sólo están en pie, listos a servir."