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Liturgia y Espiritualidad: Textos Litúrgicos
Viernes 21 de junio de 2024

TEXTOS

Libro II de los Reyes 11,1-4.9-18.20
En aquellos días, cuando Atalía, madre del rey Ocozías, vio que su hijo habla muerto, empezó a exterminar a toda la familia real. Pero cuando los hijos del rey estaban siendo asesinados, Josebá, hija del rey Jorán y hermana de Ocozías, raptó a Joás, hijo de Ocozías, y lo escondió con su nodriza en el dormitorio; así, se lo ocultó a Atalía y lo libró de la muerte. El niño estuvo escondido con ella en el templo durante seis años, mientras en el país reinaba Atalía. El año séptimo, Yehoyadá mandó a buscar a los centuriones de los Carios y de la escolta; los llamó a su presencia, en el templo, se juramentó con ellos y les presentó al hijo del rey. Los centuriones hicieron lo que les mandó el sacerdote Yehoyadá; cada uno reunió a sus hombres, los que estaban de servicio el sábado y los que estaban libres, y se presentaron al sacerdote Yehoyadá. El sacerdote entregó a los centuriones las lanzas y los escudos del rey David, que se guardaban en el templo. Los de la escolta empuñaron las armas y se colocaron entre el altar y el templo, desde el ángulo sur hasta el ángulo norte del templo, para proteger al rey. Entonces Yehoyadá sacó al hijo del rey, le colocó la diadema y las insignias, lo ungió rey, y todos aplaudieron, aclamando: "¡Viva el rey!" Atalía oyó el clamor de la tropa y se fue hacia la gente, al templo. Pero, cuando vio al rey en pie sobre el estrado, como es costumbre, y a los oficiales y la banda cerca del rey, toda la población en fiesta y las trompetas tocando, se rasgó las vestiduras y gritó: "¡Traición, traición!" El sacerdote Yehoyadá ordenó a los centuriones que mandaban las fuerzas: "Sacadla del atrio. Al que la siga lo matáis." Pues no quería que la matasen en el templo. La fueron empujando con las manos y, cuando llegaba a palacio por la puerta de las caballerizas, allí la mataron. Yehoyadá selló el pacto entre el Señor y el rey y el pueblo, para que éste fuera el pueblo del Señor. Toda la población se dirigió luego al templo de Baal; lo destruyeron, derribaron sus altares, trituraron las imágenes, y a Matan, sacerdote de Baal, lo degollaron ante el altar. El sacerdote Yehoyadá puso guardias en el templo. Toda la población hizo fiesta, y la ciudad quedó tranquila. A Atalía la habían matado en el palacio.

Salmo 131
"El Señor ha elegido a Sión, ha deseado vivir con ella."

El Señor ha jurado a David una promesa que no retractará: "A uno de tu linaje pondré sobre tu trono." R.
"Si tus hijos guardan mi alianza y los mandatos que les enseño, también sus hijos, por siempre, se sentarán sobre tu trono." R.
Porque el Señor ha elegido a Sión, ha deseado vivir en ella: "Esta es mi mansión por siempre, aquí viviré porque la deseo." R.
"Haré germinar el vigor de David, enciendo una lámpara para mi Ungido. A sus enemigos los vestiré de ignominia, sobre él brillará mi diadema." R.

Evangelio según San Mateo 6,19-23
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: "No atesoréis tesoros en la tierra, donde la polilla y la carcoma los roen, donde los ladrones abren boquetes y los roban. Atesorad tesoros en le cielo, donde no hay polilla ni carcoma que se los coman, ni ladrones que abran boquetes y roben. Porque dónde está tu tesoro, allí está tu corazón. La lámpara del cuerpo es el ojo. Si tu ojo está sano, tu cuerpo entero tendrá luz; si tu ojo está enfermo, tu cuerpo entero estará a oscuras. Y si la única luz que tienes está oscura, ¡cuánta será la oscuridad!"


COMENTARIO

El texto evangélico de este día muestra el conocimiento excepcional que Jesús tiene de la condición humana: donde está nuestro tesoro está nuestro corazón. Este dicho sapiencial desafía la reflexión acerca de aquello que determina a la persona en su corazón, mente y acción. Sin darnos cuenta nos apasionamos por lo que nuestro corazón estima que es significativo para la propia vida.

En contextos como los nuestros donde se implantan los síndromes de la impaciencia, del cansancio, de la competencia y de permanentes estados de emergencia, es oportuno, saludable y necesario aplicar un "tiempo fuera" y analizar lo que realmente ocupa nuestra vida (6,21) y mirar con inteligencia, en perspectiva y prospectiva los acontecimientos personales, familiares y globales (6,22). Porque la tarea humana por excelencia hoy es afinar nuestra capacidad de discernimiento para no dejar escapar y desvanecer las mínimas posibilidades de realización humana a escala social, cultural y planetaria.

Todo aquello que uno más valora determinará la propia orientación en el mundo, nuestra organización, nuestras relaciones y el propio proyecto de vida.