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Liturgia y Espiritualidad: Textos Litúrgicos
Sábado 2 de noviembre de 2024 - Fieles Difuntos

TEXTOS

Libro del Apocalipsis 21,1-5a.6b-7 Yo, Juan, vi un cielo nuevo y una tierra nueva, porque el primer cielo y la primera tierra desaparecieron, y el mar ya no existe más. Vi la Ciudad santa, la nueva Jerusalén, que descendía del cielo y venía de Dios, embellecida como una novia preparada para recibir a su esposo. Y oí una voz potente que decía desde el trono: «Esta es la morada de Dios entre los hombres: Él habitará con ellos, ellos serán su pueblo, y el mismo Dios estará con ellos. Él secará todas sus lágrimas, y no habrá más muerte, ni pena, ni queja, ni dolor, porque todo lo de antes pasó.» Y el que estaba sentado en el trono dijo: «Yo hago nuevas todas las cosas. Yo soy el Alfa y la Omega, el Principio y el Fin. Al que tiene sed, yo le daré de beber gratuitamente de la fuente del agua de la vida. El vencedor heredará estas cosas, y yo seré su Dios y él será mi hijo.»

Salmo 26
"El Señor es mi luz y mi salvación."

El Señor es mi luz y mi salvación, ¿a quién temeré? El Señor es el baluarte de mi vida, ¿ante quién temblaré? R.
Una sola cosa he pedido al Señor, y esto es lo que quiero: vivir en la Casa del Señor todos los días de mi vida, para gozar de la dulzura del Señor y contemplar su Templo. R.
¡Escucha, Señor, yo te invoco en alta voz, apiádate de mí y respóndeme! Yo busco tu rostro, Señor, no lo apartes de mí. R.
Yo creo que contemplaré la bondad del Señor en la tierra de los vivientes. Espera en el Señor y sé fuerte; ten valor y espera en el Señor. R.
[O bien:
Salmo 129
"¡Desde lo más profundo te invoco, Señor!"

Desde lo más profundo te invoco, Señor, ¡Señor, oye mi voz! Estén tus oídos atentos al clamor de mi plegaria.R.
Si tienes en cuenta las culpas, Señor, ¿Quién podrá subsistir? Pero en ti se encuentra el perdón, para que seas temido.R.
Mi alma espera en el Señor, y yo confío en su palabra. Mi alma espera al Señor, más que el centinela la aurora.. R.
Como el centinela espera la aurora, espere Israel al Señor, porque en Él se encuentra la misericordia y la redención en abundancia: Él redimirá a Israel de todos sus pecados. R.]

Carta I de San Pablo a los Corintios 15,20-23
Hermanos: Cristo resucitó de entre los muertos, el primero de todos. Porque la muerte vino al mundo por medio de un hombre, y también por medio de un hombre viene la resurrección. En efecto, así como todos mueren en Adán, así también todos revivirán en Cristo, cada uno según el orden que le corresponde: Cristo, el primero de todos, luego, aquellos que estén unidos a Él en el momento de su Venida.
[O bien:
Carta I de San Pablo a los Corintios 15,51-57
Hermanos: Les voy a revelar un misterio: No todos vamos a morir, pero todos seremos transformados. En un instante, en un abrir y cerrar de ojos, cuando suene la trompeta final -porque esto sucederá- los muertos resucitarán incorruptibles y nosotros seremos transformados. Lo que es corruptible debe revestirse de la incorruptibilidad y lo que es mortal debe revestirse de la inmortalidad. Cuando lo que es corruptible se revista de la incorruptibilidad y lo que es mortal se revista de la inmortalidad, entonces se cumplirá la palabra de la Escritura: "La muerte ha sido vencida. ¿Dónde está, muerte, tu victoria? ¿Dónde está tu aguijón?" Porque lo que provoca la muerte es el pecado y lo que da fuerza al pecado es la Ley. ¡Demos gracias a Dios, que nos ha dado la victoria por nuestro Señor Jesucristo!]

Evangelio según San Lucas 24,1-8
El primer día de la semana, al amanecer, las mujeres fueron al sepulcro con los perfumes que habían preparado. Ellas encontraron removida la piedra del sepulcro y entraron, pero no hallaron el cuerpo del Señor Jesús. Mientras estaban desconcertadas a causa de esto, se les aparecieron dos hombres con vestiduras deslumbrantes. Como las mujeres, llenas de temor, no se atrevían a levantar la vista del suelo, ellos les preguntaron: "¿Por qué buscan entre los muertos al que está vivo? No está aquí, ha resucitado. Recuerden lo que Él les decía cuando aún estaba en Galilea: 'Es necesario que el Hijo del hombre sea entregado en manos de los pecadores, que sea crucificado y que resucite al tercer día'". Y las mujeres recordaron sus palabras.
[O bien:
Evangelio según San Juan 14,1-6
Al llegar a Betania, Jesús se encontró con que Lázaro estaba sepultado desde hacía cuatro días. Betania distaba de Jerusalén sólo unos tres kilómetros. Muchos judíos habían ido a consolar a Marta y a María, por la muerte de su hermano. Al enterarse de que Jesús llegaba, Marta salió a su encuentro, mientras María permanecía en la casa. Marta dijo a Jesús: «Señor, si hubieras estado aquí, mi hermano no habría muerto. Pero yo sé que aun ahora, Dios te concederá todo lo que le pidas». Jesús le dijo: «Tu hermano resucitará». Marta le respondió: «Sé que resucitará en la resurrección del último día». Jesús le dijo: «Yo soy la Resurrección y la Vida. El que cree en mí, aunque muera, vivirá; y todo el que vive y cree en mí, no morirá jamás. ¿Crees esto?» Ella le respondió: «Sí, Señor, creo que Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios, el que debía venir al mundo».]


COMENTARIO

El tema de la «vida eterna» no es un tema tan claro e intocable como en el ámbito de la fe tradicional nos había parecido. Buena parte de la reflexión teológica renovadora actual está pidiendo replantear nuestra visión al respecto, la que habíamos aceptado con ingenuidad cuando niños, y que muchas personas mantienen ahí como guardada en el frigorífico de su subconsciente cristiano, sin atreverse a expresarla ni casi a recordarla.

A la luz de lo que hoy sabemos, no es fácil, en efecto, volver a profesar en plenitud de conciencia lo que tradicionalmente estuvimos creyendo: que somos un «compuesto de cuerpo y alma», que el alma la ha creado Dios directamente en el momento de nuestra concepción, y que como tal es inmortal; que la muerte consistiría en la «separación del cuerpo y el alma», y que en el momento de la muerte Dios nos hace un «juicio particular» en el que nos juzga y nos premia con el cielo o nos castiga con el infierno, con todo lo que ya sabemos tradicionalmente respecto a estas dos imágenes. No resulta fácil hablar de estos temas, ni siquiera con nosotros mismos, en la soledad de nuestra conciencia, frente a la esperada hermana muerte. Pero es conveniente hacerlo.

La teología renovadora está asumiendo este desafío. Citamos sólo tres obras:

- Roger LENAERS, «Otro cristianismo es posible», con un capítulo, el 12, expreso sobre el más allá, la vida eterna. La tesis principal del libro es la de releer el cristianismo desde una perspectiva que supere la clásica visión de «los dos pisos» -este mundo y el otro mundo- de la visión platónica y del cristianismo medieval que nos ha llegado hasta nuestros días. Desde esa óptica, aplica ese principio a todos los aspectos del mensaje cristiano, y también al de la muerte y la vida eterna. Es muy recomendable como manual de texto para un grupo de formación que quiera actualizar su fe con valentía.

- También, John Shelby SPONG, «Vida eterna: una nueva visión. Más allá de las religiones, más allá del teísmo, más allá de cielo e infierno». El subtítulo lo dice todo, sobre la intención y el enfoque de este libro.

- Hace ya más de 35 años que Leonardo BOFF publicó su libro sobre escatología: «Hablemos de la otra vida». Es una visión de los temas escatológicos desde una filosofía actualizada y desde una espiritualidad liberadora.

Los tres son muy recomendables, tanto para la lectura/estudio/oración personal, como para tomarlos como un manual de base para un cursillo de repaso/formación/actualización de nuestra fe en este ámbito de cuestiones «escatológicas»...

• La fiesta de los fieles difuntos es continuación y complemento de la de ayer. Junto a todos los santos ya gloriosos, queremos celebrar la memoria de nuestros difuntos. Muchos de ellos formarán parte, sin duda, de ese «inmenso gentío» (Ap 7,9) que celebrábamos ayer. Pero hoy no queremos rememorar su memoria en cuanto «santos» sino en cuanto difuntos.

Es un día para hacer presente ante el Señor y ante nuestro corazón la memoria de todos nuestros familiares y amigos o conocidos difuntos, que durante la vida diaria no podemos estar recordando. El verso del poeta «¡Qué solos se quedan los muertos!», expresa también una simple limitación humana: no podemos vivir atados permanentemente al recuerdo permanente de los seres difuntos queridos, por más que seamos fieles a su memoria; ni siquiera sería sano psicológicamente. Obligadamente, por ley de vida, acabamos olvidando en parte a nuestros difuntos, al menos en el curso de la vida ordinaria, para poder sobrevivir.

Por eso, este día especial es una ocasión propicia para cumplir con el deber de nuestro recuerdo agradecido. Es una obra de solidaridad el orar por los difuntos, es decir, de sentirnos en comunión con ellos, más allá de los límites del espacio, del tiempo y de la carne.

• En algunos lugares, la celebración de este día puede ser buena ocasión para hacer una catequesis sobre el sentido de la «oración de petición respecto a los difuntos», para la que sugerimos esquemáticamente unos puntos:

-el juicio de Dios sobre cada uno de nosotros es sobre la base de nuestra responsabilidad personal, no en base a otras influencias (como si la eficacia de la oración de intercesión por los difuntos pudiera actuar ante Dios como "argolla, enchufe, recomendación, padrino, coima...");

-Dios no necesita de nuestra oración para ser misericordioso con nuestros hermanos difuntos...; nuestra oración no añade nada al amor infinito de Dios, en cierto es innecesaria;

-«no rezamos para cambiar a Dios, sino para cambiarnos a nosotros mismos»;

-la «vida eterna» no es una prolongación celeste de nuestra vida terrestre; «vida eterna», como todo el lenguaje religioso, es una metáfora, que tiene contenido real, pero no un contenido "literal-descriptivo".