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Liturgia y Espiritualidad: Textos Litúrgicos
Jueves 8 de mayo de 2025 - Bienaventurada Virgen de Luján

TEXTOS

Libro de Isaías 35,1-6a.10
¡Regocíjense el desierto y la tierra reseca, alégrese y florezca la estepa! ¡Sí, florezca como el narciso, que se alegre y prorrumpa en cantos de júbilo! Le ha sido dada la gloria del Líbano, el esplendor del Carmelo y del Sarón. Ellos verán la gloria del Señor, el esplendor de nuestro Dios. Fortalezcan los brazos débiles, robustezcan las rodillas vacilantes; digan a los que están desalentados: «¡Sean fuertes, no teman: ahí está su Dios! Llega la venganza, la represalia de Dios: Él mismo viene a salvarlos.» Entonces se abrirán los ojos de los ciegos y se destaparán los oídos de los sordos; entonces el tullido saltará como un ciervo y la lengua de los mudos gritará de júbilo. Volverán los rescatados por el Señor; y entrarán en Sión con gritos de júbilo, coronados de una alegría perpetua: los acompañarán el gozo y la alegría, la tristeza y los gemidos se alejarán.

Interleccional: Lc 1,46-55
"El Señor hizo en mí maravillas: ¡Gloria al Señor!"

«Mi alma canta la grandeza del Señor, y mi espíritu se estremece de gozo en Dios, mi Salvador, porque Él miró con bondad la pequeñez de su servidora. En adelante todas las generaciones me llamarán feliz. R.
Porque el Todopoderoso ha hecho en mí grandes cosas: ¡su Nombre es santo! Su misericordia se extiende de generación en generación sobre aquellos que lo temen. R.
Desplegó la fuerza de su brazo, dispersó a los soberbios de corazón. Derribó a los poderosos de su trono y elevó a los humildes. Colmó de bienes a los hambrientos y despidió a los ricos con las manos vacías. R.
Socorrió a Israel, su servidor, acordándose de su misericordia, como lo había prometido a nuestros padres, en favor de Abraham y de su descendencia para siempre.» R.

Carta de San Pablo a los cristianos de Éfeso 1,3-14
Bendito sea Dios, el Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos ha bendecido en Cristo con toda clase de bienes espirituales en el cielo, y nos ha elegido en Él, antes de la creación del mundo, para que fuéramos santos e irreprochables en su presencia, por el amor. Él nos predestinó a ser sus hijos adoptivos por medio de Jesucristo, conforme al beneplácito de su voluntad, para alabanza de la gloria de su gracia, que nos dio en su Hijo muy querido. En Él hemos sido redimidos por su sangre y hemos recibido el perdón de los pecados, según la riqueza de su gracia, que Dios derramó sobre nosotros, dándonos toda sabiduría y entendimiento. Él nos hizo conocer el misterio de su voluntad, conforme al designio misericordioso que estableció de antemano en Cristo, para que se cumpliera en la plenitud de los tiempos: reunir todas las cosas, las del cielo y las de la tierra, bajo una sola Cabeza, que es Cristo. En Él, nosotros, los que hemos puesto su confianza en Él, hemos sido constituidos herederos, y destinados de antemano para alabanza de su gloria, según el previo designio del que realiza todas las cosas conforme a su voluntad. En Él, ustedes, los que escucharon la Palabra de la verdad, la Buena Noticia de la salvación, y creyeron en ella, también han sido marcados con un sello por el Espíritu Santo prometido. Ese Espíritu es el anticipo de nuestra herencia y prepara la redención del pueblo que Dios adquirió para sí, para alabanza de su gloria.

Evangelio según San Juan 19,25-27
Junto a la cruz de Jesús, estaba su madre y la hermana de su madre, María, mujer de Cleofás, y María Magdalena. Al ver a la madre y cerca de ella al discípulo a quien Él amaba, Jesús le dijo: «Mujer, aquí tienes a tu hijo.» Luego dijo al discípulo: «Aquí tienes a tu madre.» Y desde aquel momento, el discípulo la recibió como suya.


COMENTARIO

En las bodas de Caná y en la cruz, Jesús muestra su gloria y su madre está presente de modo activo.

Hoy el Evangelio, nos muestra a la Virgen como Madre; no está hablando con su madre movido solamente por un sentimiento natural, en la cruz Jesús estaba abriendo el corazón de su madre a la maternidad espiritual de sus discípulos, representados en la persona del discípulo que ha entendido el misterio de Jesús y ha permanecido fiel a su maestro hasta la crucifixión. El discípulo es quien cree y permanece fiel a su Señor en todas las pruebas de la vida.

La mujer, que se convierte en madre del discípulo, es también la Madre de la Iglesia. De este modo, nuestro camino de fe está unido de manera indisoluble a María.

La Virgen nos precede y continuamente nos confirma en la fe, en la vocación y en la misión. Con su ejemplo de humildad y de disponibilidad a la voluntad de Dios nos ayuda a traducir nuestra fe en un anuncio del Evangelio alegre y sin fronteras. Hoy, al celebrar la Fiesta de la Patrona de Argentina, le confiamos nuestro itinerario de fe, los deseos de nuestro corazón, nuestras necesidades y las del nuestro pueblo; y con fe la invocamos todos juntos: ¡Virgen de Luján, Reina de Argentina!

María, a pesar del dolor, está a los pies de la cruz. Y nosotros, en los momentos de dificultad y de cruz, ¿seguimos estando junto al Señor? ¿reconocemos a la virgen como nuestra Madre?

Siempre se ha dicho que somos un país fuertemente mariano. Incluso cierto número de quienes no se declaran católicos, sienten cariño por María. Sin embargo, cabe preguntarse: realmente, ¿somos un país mariano? Porque si de verdad hubiésemos permitido que María entrase a nuestro hogares, otro país habríamos construido. Hoy, piensa si en tu vida has acogido a María, como lo hizo Juan, "el discípulo amado". Si la respuesta es No, ¿por qué? Si la respuesta es Sí, ¿en qué se te nota?