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Liturgia y Espiritualidad: Textos Litúrgicos
Sábado 28 de junio de 2019 - Inmaculado Corazón de María

TEXTOS

Libro de Isaías 61,9-11
La descendencia de mi pueblo será conocida entre las naciones, y sus vástagos, en medio de los pueblos: todos los que los vean, reconocerán que son la estirpe bendecida por el Señor. Yo desbordo de alegría en el Señor, mi alma se regocija en mi Dios. Porque Él me vistió con las vestiduras de la salvación y me envolvió con el manto de la justicia, como un esposo que se ajusta la diadema y como una esposa que se adorna con sus joyas. Porque así como la tierra da sus brotes y un jardín hace germinar lo sembrado, así el Señor hará germinar la justicia y la alabanza ante todas las naciones.

Interleccional: 1Sam 2,1.4-8
"¡Mi corazón se regocija en el Señor!"

Mi corazón se regocija en el Señor, tengo la frente erguida gracias a mi Dios. Mi boca se ríe de mis enemigos, porque tu salvación me ha llenado de alegría. R.
El arco de los valientes se ha quebrado, y los vacilantes se ciñen de vigor; los satisfechos se contratan por un pedazo de pan, y los hambrientos dejan de fatigarse; la mujer estéril da a luz siete veces, y la madre de muchos hijos se marchita. R.
El Señor da la muerte y la vida, hunde en el Abismo y levanta de él. El Señor da la pobreza y la riqueza, humilla y también enaltece. R.
Él levanta del polvo al desvalido y alza al pobre de la miseria, para hacerlos sentar con los príncipes y darles en herencia un trono de gloria. R.

Evangelio según San Lucas 2,41-51
Los padres de Jesús iban todos los años a Jerusalén en la fiesta de la Pascua. Cuando el niño cumplió doce años, subieron como de costumbre, y acabada la fiesta, María y José regresaron, pero Jesús permaneció en Jerusalén sin que ellos se dieran cuenta. Creyendo que estaba en la caravana, caminaron todo un día y después comenzaron a buscarlo entre los parientes y conocidos. Como no lo encontraron, volvieron a Jerusalén en busca de Él. Al tercer día, lo hallaron en el Templo en medio de los doctores de la Ley, escuchándolos y haciéndoles preguntas. Y todos los que lo oían estaban asombrados de su inteligencia y sus respuestas. Al verlo, sus padres quedaron maravillados y su madre le dijo: «Hijo mío, ¿por qué nos has hecho esto? Piensa que tu padre y yo te buscábamos angustiados.» Jesús les respondió: «¿Por qué me buscaban? ¿No sabían que Yo debo ocuparme de los asuntos de mi Padre?» Ellos no entendieron lo que les decía. Él regresó con sus padres a Nazaret y vivía sujeto a ellos. Su madre conservaba estas cosas en su corazón.


COMENTARIO

Hoy celebramos el Inmaculado Corazón de María. Corazón humano, corazón que Dios fue ganándose de pura Gracia en la libertad entregada de María. Un corazón que busca a Dios, un corazón traspasado y sufriente, sí, como el de Jesús con que orábamos ayer. Pero sobre todo un corazón adornado por Dios.

Tradicionalmente, el calendario litúrgico coloca la "memoria obligatoria" del Inmaculado Corazón de María, al día siguiente de la Solemnidad del Sagrado Corazón de Jesús. Esta memoria tiene "lecturas propias" por eso el evangelio de hoy no es del tiempo "durante el año" sino que se toma de la memoria de María y corresponde al episodio de Jesús perdido y encontrado en el Templo.

En el evangelio de hoy, resulta interesante fijarse en algunos elementos como el de estar en camino a la celebración de la Pascua, lo que nos muestra el contexto espiritual en el que el texto se desarrolla: en la puerta de entrada en el misterio, en el encuentro con el Señor. Los papás de Jesús irían, devotamente, todos los años (caminando quizá unos tres días), a la fiesta de la Pascua en Jerusalén y de esta manera educan a Jesús, quien va por primera vez, para que cumpla, también devotamente, con su práctica religiosa.

En segundo lugar, hay que recordar que el Templo de Jerusalén era enorme, hablamos de 500 metros de largo por 300 de ancho (unas 15 canchas de fútbol grandes o 30 chicas), con diferentes patios, espacios y murallas y, además, estaba lleno de miles de peregrinos; no era difícil perderse, por eso se perdió Jesús.

Otro elemento que vale la pena destacar es el de la búsqueda y la angustia que nace precisamente de la separación, de la ausencia, de la lejanía de Jesús. María incluye a José en sus sentimientos de angustia. Una angustia que quizás se asemeje a la nuestra y a la de muchos hombres y mujeres que buscamos a Dios, que se nos ha perdido o que lo hemos escondido entre tantas definiciones u olvidos. María y José buscan al joven Jesús (durante tres días, como los tres días de Jesús en la tumba) y, al encontrarlo, Él les habla de su relación con su Padre Celestial, cosa que ellos no entienden.

Pero, aunque María no entiende del todo a su Hijo, "conservaba todas estas cosas en su corazón" (Lc 2,51b); podríamos decir que el corazón de la Madre está estrechamente unido al Corazón del Hijo, de ahí que la devoción a los Sagrados Corazones de Jesús y María, se celebren en dos fiestas seguidas, una después de la otra; y así, amar a María es amar a Jesús, confiarse al corazón Inmaculado de María es confiarse al Sagrado Corazón de Jesús.

¿Siento como mía la experiencia de la búsqueda del Señor? ¿O bien no me parece importante, no siento la falta, me parece poder hacerlo todo por mí? ¿Me he percatado en mi vida alguna vez de haber perdido al Señor, de haberlo dejado lejos, de haberlo olvidado? ¿Cómo es mi relación con María? ¿Descubro en María un camino para encontrar a Jesús?