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Liturgia y Espiritualidad: Textos Litúrgicos
Lunes 18 de agosto de 2025

TEXTOS

Libro de los Jueces 2,11-19
En aquellos días, los israelitas hicieron lo que el Señor reprueba, dieron culto a los ídolos; abandonaron al Señor, Dios de sus padres, que los había sacado de Egipto, y se fueron tras otros dioses, dioses de las naciones vecinas, y los adoraron, irritando al Señor. Abandonaron al Señor y dieron culto a Baal y Astarté. El Señor se encolerizó contra Israel: los entregó a bandas de saqueadores que los saqueaban, los vendió a los enemigos de alrededor, y los israelitas no podían resistirles. En todo lo que emprendían, la mano del Señor se les ponía en contra, exactamente como él les había dicho y jurado, llegando así a una situación desesperada. Entonces el Señor hacía surgir jueces, que los libraban de las bandas de salteadores; pero ni a los jueces hacían caso, sino que se prostituían con otros dioses, dándoles culto, desviándose muy pronto de la senda por donde habían caminado sus padres, obedientes al Señor. No hacían como ellos. Cuando el Señor hacía surgir jueces, el Señor estaba con el juez; y, mientras vivía el juez, los salvaba de sus enemigos, porque le daba lástima oírlos gemir bajo la tiranía de sus opresores. Pero, en cuanto moría el juez, recaían y se portaban peor que sus padres, yendo tras otros dioses, rindiéndoles adoración; no se apartaban de sus maldades ni de su conducta obstinada.

Salmo 105
"Acuérdate de mí, Señor, por amor a tu pueblo."

No exterminaron a los pueblos que el Señor les había mandado; emparentaron con los gentiles, imitaron sus costumbres. R.
Adoraron sus ídolos y cayeron en sus lazos; inmolaron a los demonios sus hijos y sus hijas. R.
Se mancharon con sus acciones y se prostituyeron con sus maldades. La ira del Señor se encendió contra su pueblo, y aborreció su heredad. R.
Cuántas veces los libró; mas ellos, obstinados en su actitud, perecían por sus culpas; pero él miró su angustia, y escuchó sus gritos. R.

Evangelio según San Mateo 19,16-22
En aquel tiempo, se acercó uno a Jesús y le preguntó: "Maestro, ¿qué tengo que hacer de bueno para obtener la vida eterna?" Jesús le contestó: "¿Por qué me preguntas qué es bueno? Uno solo es Bueno. Mira, si quieres entrar en la vida, guarda los mandamientos." Él le preguntó: "¿Cuáles?" Jesús le contestó: "No matarás, no cometerás adulterio, no robarás, no darás falso testimonio, honra a tu padre y a tu madre, y ama a tu prójimo como a ti mismo." El muchacho le dijo: "Todo eso lo he cumplido. ¿Qué me falta?" Jesús le contestó: "Si quieres llegar hasta el final, vende lo que tienes, da el dinero a los pobres -así tendrás un tesoro en el cielo- y luego vente conmigo." Al oír esto, el joven se fue triste, porque era rico.


COMENTARIO

La medida de las buenas obras está en su relación con la bondad y la voluntad de Dios. Jesús menciona solo los mandamientos que tienen que ver con el prójimo, los cuales se convierten en obras buenas cuando están marcados por el amor.

Hasta aquí llegamos casi todos los cristianos. Cumplimos más o menos los mandamientos. Pero Jesús nos propone dos pasos más para alcanzar la madurez cristiana. El primero, elegir entre el dios dinero o el Dios de Jesús. El papa Francisco dice con razón que "el diablo entra por el bolsillo". La opción por el Dios de los pobres nos habilita para un segundo paso, el más importante, ser discípulos de Jesús.

El joven rico se va entristecido porque, aunque ha escuchado el mensaje de Jesús y cree profundamente en Dios, prefiere poner su confianza en el dinero. Debemos reconocer que, en el mundo de hoy, la idolatría del dinero es una tentación que le hace real competencia a la oferta de Jesús, un discipulado al servicio de los pobres.

¿Idólatras o discípulos?