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Liturgia y Espiritualidad: Textos Litúrgicos
Sábado 13 de septiembre de 2025

TEXTOS

Carta I de San Pablo a Timoteo 1,15-17
Querido hijo: Es doctrina cierta y digna de fe que Jesucristo vino al mundo para salvar a los pecadores, y yo soy el peor de ellos. Si encontré misericordia, fue para que Jesucristo demostrara en mí toda su paciencia, poniéndome como ejemplo de los que van a creer en Él para alcanzar la Vida eterna. ¡Al Rey eterno y universal, al Dios incorruptible, invisible y único, honor y gloria por los siglos de los siglos! Amén.

Salmo 112
"¡Bendito sea el Nombre del Señor!"

Alaben, servidores del Señor, alaben el nombre del Señor. Bendito sea el nombre del Señor, desde ahora y para siempre. R.
Desde la salida del sol hasta su ocaso, sea alabado el nombre del Señor. El Señor está sobre todas las naciones, su gloria se eleva sobre el cielo. R.
¿Quién es como el Señor, nuestro Dios, que se inclina para contemplar el cielo y la tierra? Él levanta del polvo al desvalido, alza al pobre de su miseria. R.

Evangelio según San Lucas 6,43-49
Jesús decía a sus discípulos: «No hay árbol bueno que dé frutos malos, ni árbol malo que dé frutos buenos: cada árbol se reconoce por su fruto. No se recogen higos de los espinos ni se cosechan uvas de las zarzas. El hombre bueno saca el bien del tesoro de bondad que tiene en su corazón. El malo saca el mal de su maldad, porque de la abundancia del corazón habla la boca. ¿Por qué ustedes me llaman: "Señor, Señor", y no hacen lo que les digo? Yo les diré a quién se parece todo aquel que viene a mí, escucha mis palabras y las practica. Se parece a un hombre que, queriendo construir una casa, cavó profundamente y puso los cimientos sobre la roca. Cuando vino la inundación, las aguas se precipitaron con fuerza contra esa casa, pero no pudieron derribarla, porque estaba bien construida. En cambio, el que escucha la Palabra y no la pone en práctica, se parece a un hombre que construyó su casa sobre tierra, sin cimientos. Cuando las aguas se precipitaron contra ella, en seguida se derrumbó, y el desastre que sobrevino a esa casa fue grande.»


COMENTARIO

El evangelio de hoy nos presenta la parte final del llamado Sermón de la Planicie o la llanura. Se nos dice que no basta decir Señor, Señor, pues lo importante no es hablar bien de Dios, sino hacer la voluntad del Padre para comunicar su presencia en el mundo.

Algunos cristianos tienen una vida de fe limitada a ciertas prácticas devocionales. Estas no son malas en sí mismas, pero no son el centro de la vida que Jesús quiere para nosotros.

Jesús nos invita a tener actitudes de bondad hacia toda persona en nuestro entorno, tratándola con el mismo respeto y compasión con la que Dios nos trata a nosotros. Todo lo demás está con vistas a este fin.

Pero es frecuente que los creyentes en Jesús confundamos medios con fines y, como dice un dicho antiguo, terminemos tratando de "colocar la carreta delante de los bueyes". Y ahí se entiende la queja de Jesús: decimos que lo seguimos, pero en la vida diaria no se nota.

Cierto es que Él nos pone un horizonte hacia el cual hay que caminar evitando el desánimo por los pequeños avances que podamos tener, pero es una invitación a esforzarse en poner en práctica su Palabra. Más que el resultado, importa el esfuerzo sincero por hacer vida su Palabra.

Así, escuchar y practicar, son los verbos claves en este texto y el mismo Dios se vuelve fuente de seguridad para nosotros, cuando tratamos de practicar su voluntad. Así se convierte para nosotros en el fundamento de nuestra vida, en la roca que nos sustenta en la hora de las dificultades y de las tormentas.

A la luz de este relato nos podemos preguntar ¿lo que estoy construyendo con mi vida se está sosteniendo en Dios? ¿Qué aspecto de mi identidad cristiana voy a poner en práctica hoy? ¿Qué aspecto del Evangelio de Jesús voy a practicar?