Lunes 15 de septiembre de 2025 - 24ª del Tiempo Ordinario
TEXTOS
Carta I de San Pablo a Timoteo 2,1-8
Querido hermano: Te ruego, lo primero de todo, que hagáis oraciones, plegarias, súplicas, acciones de gracias por todos los hombres, por los reyes y por todos los que ocupan cargos, para que podamos llevar una vida tranquila y apacible, con toda piedad y decoro. Eso es bueno y grato ante los ojos de nuestro Salvador, Dios, que quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad. Pues Dios es uno, y uno solo es el mediador entre Dios y los hombres, el hombre Cristo Jesús, que se entregó en rescate por todos: éste es el testimonio en el tiempo apropiado: para él estoy puesto como anunciador y apóstol -digo la verdad, no miento-, maestro de los gentiles en fe y verdad. Quiero que sean los hombres los que recen en cualquier lugar, alzando las manos limpias de ira y divisiones.
Salmo 27
"Bendito el Señor que escuchó mi voz suplicante."
Escucha mi voz suplicante cuando te pido auxilio, cuando alzo las manos hacia tu santuario. R.
El Señor es mi fuerza y mi escudo: en él confía mi corazón; me socorrió, y mi corazón se alegra y le canta agradecido. R.
El Señor es fuerza para su pueblo, apoyo y salvación para su Ungido. Salva a tu pueblo y bendice tu heredad, sé su pastor y llévalos siempre. R.
Evangelio según San Lucas 7,1-10
En aquel tiempo, cuando terminó Jesús de hablar a la gente, entró en Cafarnaún. Un centurión tenía enfermo, a punto de morir, a un criado a quien estimaba mucho. Al oír hablar de Jesús, le envió unos ancianos de los judíos, para rogarle que fuera a curar a su criado. Ellos, presentándose a Jesús, le rogaban encarecidamente: "Merece que se lo concedas, porque tiene afecto a nuestro pueblo y nos ha construido la sinagoga." Jesús se fue con ellos. No estaba lejos de la casa, cuando el centurión le envió unos amigos a decirle: "Señor, no te molestes; no soy yo quién para que entres bajo mi techo; por eso tampoco me creí digno de venir personalmente. Dilo de palabra, y mi criado quedará sano. Porque yo también vivo bajo disciplina y tengo soldados a mis órdenes, y le digo a uno: 'Ve', y va; al otro: 'Ven', y viene; y a mi criado: 'Haz esto', y lo hace." Al oír esto, Jesús se admiró de él y, volviéndose a la gente que lo seguía, dijo: "Os digo que ni en Israel he encontrado tanta fe." Y al volver a casa, los enviados encontraron al siervo sano.
COMENTARIO
El fragmento de la carta es una recomendación al líder de la comunidad para que se ore por todos y, de modo particular, por los que detentan la autoridad. Esa oración ha de hacerse con pureza de corazón y sin rencor alguno, pues era verdad consensuada que, si una oración tenía intenciones turbias, no sería escuchada, y que, incluso, podría traer efectos contrarios a los deseados. La pureza de corazón tiene que ver con la transparencia de intención. Albergar dobles intenciones, se traduce en hipocresía por querer al mismo tiempo dos cosas incompatibles entre sí.
Si permitimos que intereses ajenos a los de Cristo se alojen en nuestra mente y voluntad, perdemos la pureza de corazón. Es entonces que nos dispersamos en busca de lo incompatible con la mente de Cristo. El cristiano debe cultivar un corazón puro, y esta condición viene de la unidad profunda con Dios y con Jesucristo; en eso consiste orar: unir nuestro corazón a Dios.
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