Home Contáctenos Instagram Facebook








Liturgia y Espiritualidad: Textos Litúrgicos
Lunes 17 de noviembre de 2025

TEXTOS

Libro I de los Macabeos 1,10-15.41-43.54-57.62-64
En aquellos días, brotó un vástago perverso: Antíoco Epifanes, hijo del rey Antíoco. Había estado en Roma como rehén, y subió al trono el año ciento treinta y siete de laera seléucida. Por entonces hubo unos israelitas apóstatas que convencieron a muchos: "¡Vamos a hacer un pacto con las naciones vecinas, pues, desde que nos hemos aislado, nos han venido muchas desgracias!" Gustó la propuesta, y algunos del pueblo se decidieron a ir al rey. El rey los autorizó a adoptar las costumbres paganas, y entonces, acomodándose a los usos paganos, construyeron un gimnasio en Jerusalén; disimularon la circuncisión, apostataron de la alianza santa, emparentaron con los paganos y se vendieron para hacer el mal.
El rey Antíoco decretó la unidad nacional para todos sus súbditos de su imperio, obligando a cada uno a abandonar su legislación particular. Todas las naciones acataron la orden del rey, e incluso muchos israelitas adoptaron la religión oficial: ofrecieron sacrificios a los ídolos y profanaron el sábado. El día quince del mes de Casleu del año ciento cuarenta y cinco, el rey mandó poner sobre el altar un ara sacrílega, y fueron poniendo aras por todas las poblaciones judías del contorno: quemaban incienso ante las puertas de las casas y en las plazas; los libros de la Ley que encontraban, los rasgaban y los echaban al fuego, al que le encontraban en casa un libro de la alianza y al que vivía de acuerdo con la Ley, lo ajusticiaban, según el decreto real.
Pero hubo muchos israelitas que resistieron, haciendo el firme propósito de no comer alimentos impuros; prefirieron la muerte antes que contaminarse con aquellos alimentos y profanar la alianza santa. Y murieron. Una cólera terrible se abatió sobre Israel.

Salmo 118
"¡Cuánto amo tu voluntad, Señor!"

Sentí indignación ante los malvados, que abandonan tu voluntad. R.
Los lazos de los malvados me envuelven, pero no olvido tu voluntad. R.
Líbrame de la opresión de los hombres, y guardaré tus decretos. R.
Ya se acercan mis inicuos perseguidores, están lejos de tu voluntad. R.
La justicia está lejos de los malvados, que no buscan tus leyes. R.
Viendo a los renegados, sentía asco, porque no guardan tus mandatos. R.

Evangelio según San Lucas 18,35-43
En aquel tiempo, cuando se acercaba Jesús a Jericó, había un ciego sentado al borde del camino, pidiendo limosna. Al oír que pasaba gente, preguntaba qué era aquello; y le explicaron: "Pasa Jesús Nazareno." Entonces gritó: "¡Jesús, hijo de David, ten compasión de mí!" Los que iban delante le regañaban para que se callara, pero él gritaba más fuerte: "¡Hijo de David, ten compasión de mí!" Jesús se paró y mandó que se lo trajeran. Cuando estuvo cerca, le preguntó: "¿Qué quieres que haga por ti?" Él dijo: "Señor, que vea otra vez." Jesús le contestó: "Recobra la vista, tu fe te ha curado." En seguida recobró la vista y lo siguió glorificando a Dios. Y todo el pueblo, al ver esto, alababa a Dios.


COMENTARIO

El evangelista presenta al ciego que se encuentra a la vera del camino de Jericó. En contraste con los discípulos, que no han logrado entender el anuncio de la pasión que se presenta en los versículos precedentes (Lc 18,31-34), este ciego anónimo es un creyente que, aún sin poder ver a Jesús, lo reconoce como el Hijo de David, como el Mesías.

Los discípulos, que llevan un tiempo siguiendo a Jesús, no son capaces de entender su misión.

¿Cuántas veces vemos sido como este ciego a la orilla del camino? Brota desde el fondo de nuestras entrañas el grito de auxilio: "¡ten piedad de mí!"... y llega la palabra llena de misericordia: "¿Qué te pasa? ¿Qué necesitas? ¿Cómo te puedo ayudar?"

¿Somos capaces de reconocer en la respuesta de quienes nos ayudan la voz amorosa de Jesús?

¿Hoy, quiénes son los verdaderos ciegos? ¿Las personas con discapacidad visual o los que tenemos todos nuestros sentidos, pero no somos capaces de "ver" lo que pasa a nuestro alrededor?