Martes 25 de noviembre de 2025
TEXTOS
Libro de Daniel 2,31-45
En aquellos días, dijo Daniel a Nabucodonosor: "Tú, rey, viste una visión: una estatua majestuosa, una imagen gigantesca y de un brillo extraordinario; su aspecto era impresionante. Tenía la cabeza de oro fino, el pecho y los brazos de plata, el vientre y los muslos de bronce, las piernas de hierro y los pies de hierro mezclado con barro. En tu visión, una piedra se desprendió sin intervención humana, chocó con los pies de hierro y barro de la estatua y la hizo pedazos. Del golpe, se hicieron pedazos el hierro y el barro, el bronce, la plata y el oro, triturados como tamo de una era en verano, que el viento arrebata y desaparece sin dejar rastro. Y la piedra que deshizo la estatua creció hasta convertirse en una montaña enorme que ocupaba toda la tierra. Éste era el sueño; ahora explicaremos al rey su sentido. Tú, majestad, rey de reyes, a quien el Dios del cielo ha concedido el reino y el poder, el dominio y la gloria, a quien ha dado poder sobre los hombres, dondequiera que vivan, sobre las bestias del campo y las aves del cielo, para que reines sobre ellos, tú eres la cabeza de oro. Te sucederá un reino de plata, menos poderoso. Después un tercer reino, de bronce, que dominará a todo el orbe. Vendrá después un cuarto reino, fuerte como el hierro. Como el hierro destroza y machaca todo, así destrozará y triturará a todos. Los pies y los dedos que viste, de hierro mezclado con barro de alfarero, representan un reino dividido; conservará algo del vigor del hierro, porque viste hierro mezclado con arcilla. Los dedos de los pies, de hierro y barro, son un reino a la vez poderoso y débil. Como viste el hierro mezclado con la arcilla, así se mezclarán los linajes, pero no llegarán a fundirse, lo mismo que no se puede alear el hierro con el barro. Durante ese reinado, el Dios del cielo suscitará un reino que nunca será destruido ni su dominio pasará a otro, sino que destruirá y acabará con todos los demás reinos, y él durará por siempre; eso significa la piedra que viste desprendida del monte sin intervención humana y que destrozó el barro, el hierro, el bronce, la plata y el oro. Éste es el destino que el Dios poderoso comunica a su majestad. El sueño tiene sentido, la interpretación es cierta."
Interleccional: Daniel 3,57-61
"Ensálcenlo con himnos por los siglos."
Criaturas todas del Señor, bendecid al Sañor. R.
Ángeles del Señor: bendecid al Señor. R.
Cielos, bendecid al Señor. R.
Aguas del espacio, bendecid al Señor. R.
Ejércitos del Señor, bendecid al Señor. R.
Evangelio según San Lucas 21,5-9
En aquel tiempo, algunos ponderaban la belleza del templo, por la calidad de la piedra y los exvotos. Jesús les dijo: "Esto que contempláis, llegará un día en que no quedará piedra sobre piedra: todo será destruido." Ellos le preguntaron: "Maestro, ¿cuándo va a ser eso?, ¿y cuál será la señal de que todo eso está para suceder?" Él contestó: "Cuidado con que nadie os engañe. Porque muchos vendrán usurpando mi nombre, diciendo: 'Yo soy', o bien 'El momento está cerca'; no vayáis tras ellos. Cuando oigáis noticias de guerras y de revoluciones, no tengáis pánico. Porque eso tiene que ocurrir primero, pero el final no vendrá en seguida."
COMENTARIO
El Templo de Jerusalén era un lugar santo y motivo de orgullo para todos los judíos. Era un símbolo de tiempos mejores, en que Jerusalén era la ciudad sede del reino de Israel. La riqueza del recinto alimentaba los sueños mesiánicos del regreso a la monarquía, a la grandeza de la época del rey David. Ante el anuncio de destrucción, los discípulos no parecen asustarse y más bien preguntan: "¿cuándo?" Presuponen que ahora sí, Dios intervendrá para cambiar la historia por obra del Mesías esperado. Jesús les advierte que no ha llegado la hora y que no crean en falsos mesías. Él es el único y verdadero Mesías. Pero Jesús no es un Salvador poderoso en armas para luchar contra los dominadores romanos, como muchos esperaban. Jesús es un Mesías diferente: Él es un servidor, al estilo del Siervo Sufriente anunciado por el profeta Isaías (Is 52,13-53,12)
¿Sabemos reconocer al verdadero Salvador? ¿Nos dejamos llevar por falsos predicadores que ofrecen una solución mágica para nuestros problemas?
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