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Liturgia y Espiritualidad: Textos Litúrgicos
Sábado 29 de noviembre de 2025

TEXTOS

Libro de Daniel 7,15-27
Yo, Daniel, quedé profundamente turbado en mi espíritu, y las visiones de mi imaginación me llenaron de espanto. Me acerqué a uno de los que estaban de pie y le pregunté la verdad acerca de todo aquello. Él me habló y me hizo conocer la interpretación de las cosas. «Esos cuatro animales enormes son cuatro reyes que se alzarán de la tierra; y los Santos del Altísimo recibirán la realeza, y la poseerán para siempre, por los siglos de los siglos». Entonces quise saber la verdad acerca del cuarto animal, que era diferente de todos los demás, extremadamente terrible, y que tenía dientes de hierro y garras de bronce: el que devoraba, trituraba y pisoteaba el resto con las patas; y también acerca de los diez cuernos de su cabeza, y del otro cuerno que se había elevado y ante el cual habían caído tres; es decir, el cuerno que tenía ojos y una boca que hablaba con insolencia, y que parecía más grande que los otros. Yo miraba, y este cuerno hacía la guerra a los Santos del Altísimo y prevalecía sobre ellos, hasta que vino el Anciano, se hizo justicia a los Santos del Altísimo y llegó el momento en que los Santos entraron en posesión de la realeza. Él habló así: «En lo que respecta al cuarto animal, habrá sobre la tierra un cuarto reino, diferente de todos los reinos: él devorará toda la tierra, la pisoteará y la triturará. En cuanto a los diez cuernos, de este reino surgirán diez reyes, y otro surgirá después de ellos: será diferente de los anteriores y abatirá a tres reyes. Hablará contra el Altísimo y maltratará a los Santos del Altísimo. Tratará de cambiar los tiempos festivos y la Ley, y los Santos serán puestos en sus manos por un tiempo, dos tiempos y la mitad de un tiempo. Pero luego se sentará el tribunal, y a ese rey se le quitará el dominio, para que sea destruido y aniquilado definitivamente. Y la realeza, el dominio y la grandeza de todos los reinos bajo el cielo serán entregados al pueblo de los Santos del Altísimo. Su reino es un reino eterno, y todos los imperios lo servirán y le obedecerán».

Interleccional: Dn 3,82-87
"Todos los hombres, bendigan al Señor. ¡Alábenlo y glorifíquenlo eternamente!"

Israel, bendice al Señor. R.
Sacerdotes del Señor, bendigan al Señor. R.
Servidores del Señor, bendigan al Señor. R.
Espíritus y almas de los justos, bendigan al Señor. R.
Santos y humildes de corazón, bendigan al Señor. R.

Evangelio según San Lucas 21,34-36
Jesús hablaba a sus discípulos acerca de su venida: Tengan cuidado de no dejarse aturdir por los excesos, la embriaguez y las preocupaciones de la vida, para que ese día no caiga de improviso sobre ustedes como una trampa, porque sobrevendrá a todos los hombres en toda la tierra. Estén prevenidos y oren incesantemente, para quedar a salvo de todo lo que ha de ocurrir. Así podrán comparecer seguros ante el Hijo del hombre.


COMENTARIO

Hoy leemos el último texto del Evangelio según San Lucas, ya que en este día termina el Tiempo durante el Año (Tempus per annum), también llamado Tiempo Ordinario y además termina el Año Litúrgico. Estamos llegando al final del largo discurso apocalíptico y Jesús nos da un último consejo convocándonos a la vigilancia y a la oración.

El cristiano no debe actuar como el rico insensato (Lc 12,19), sino como el servidor fiel, que espera en cualquier momento el regreso de su señor (Lc 12,37). Lo que está diciendo el evangelio es que el discípulo y la discípula no deben dejarse atrapar por las atracciones de este mundo para desviarse del camino evangélico; para evitar este camino equivocado es necesaria la vigilancia y la oración que reciben su fuerza de la meta a la que conducen: el encuentro decisivo, misterioso y lleno de esperanza con el Señor resucitado. (Lc 21,36).

Es muy fácil distraerse nos advierte el Evangelio de hoy; muchas cosas que nos rodean pueden desviar nuestra meta (vivir el Reino de Dios). Especialmente cuando se vive en un espejismo, como fuera del tiempo real, como dentro de una película; con la mirada y el corazón fijos en mi propio mundo, en mis problemas, en mis ganas o mis desganas, así como si no existiera nada en el mundo fuera de lo soy, tengo o me sucede. Y debemos de tener claro que nada es tan opuesto a la realidad y al querer de Dios como esto.

El Señor nos quiere despiertos, atentos a los dolores, angustias y alegrías propias y ajenas. Que nuestra vida sea vivida en plenitud, es decir, desde lo profundo, desde nuestro ser interno hacía fuera, así es como la vida toma sentido, color, gusto y plenitud.

Tal vez viviendo de esa manera, nuestra mirada de lo que pasa y de lo que hay a nuestro alrededor se expanda y estemos algo más atentos y aunque eso es bueno, no debería ser momentáneo. Hoy más que nunca el Señor nos exige que estemos atentos, que nada nos distraiga y que nuestra vida de fe y de nuestros actos, sean coherentes con lo que creemos.

La última petición de Jesús al final del año litúrgico es ésta: Estad en vela, orando en todo tiempo. ¿Cómo vivo este consejo de Jesús en mi vida?

¿Cuándo he actuado como el rico insensato y cuando como el servidor fiel? ¿Cómo es mi vida de oración? ¿Constante? ¿Vigilante? ¿Incesante? ¿Qué espero de mi encuentro definitivo con Jesús Resucitado?