2) El Espíritu de los Profetas
2.1) Ellos denuncian
La diferencia entre los apóstoles antes y después de Pentecostés es bastante clara. Antes de recibir el Espíritu Santo eran débiles, tímidos, vergonzosos, callados e inseguros. Tan pronto fueron movidos y motivados por Espíritu Santo, se volvieron valientes y confiados, hablaban con coraje y vigor, sin importarles las consecuencias. El Espíritu de Dios nos permite denunciar.
Esto es bastante evidente en la vida de los profetas del Antiguo Testamento. Ellos hablaban contra casi todo lo que los judíos de su tiempo hacían, contra todos los presupuestos y las normas de comportamiento aceptadas. Se caracterizaban por su crítica o denuncia no solamente contra los enemigos de Israel, sino también contra el mismo Israel, contra los líderes del pueblo, los sacerdotes, los falsos profetas, contra los ricos y los sacrificios en el Templo. Por eso eran generalmente muy impopulares y frecuentemente perseguidos y martirizados. En la Época del Nuevo Testamento se tenía como cierto que la persecución caminaba lado a lado con la profecía (Lc 6, 22-26) y que un profeta era también un mártir (Mt 23, 29-33).
Los signos de los tiempos
La crítica de los profetas contra el “statu quo”, era siempre constructiva. Ellos clamaban por transformaciones o “metanoia”, a la luz de lo que veían. Y lo que veían eran los “signos de los tiempos”. Aquello que volvía al profeta diferente de los otros hombres era su interpretación divinamente inspirada de los signos de su tiempo. El mensaje de los profetas no es deducido de principios eternos; ni tampoco sacan conclusiones eternamente válidas. El mensaje de los profetas es limitado en el tiempo, en el sentido de que provienen de los signos de una época y situación determinadas, y es dirigido a personas específicas que viven en aquella época y en aquel lugar. Así, para poder comprender el mensaje de un profeta, necesitamos conocer la época y su situación histórica. Los signos de los tiempos varían de época a época, obviamente. Los signos de la época de Jeremías eran muy diferentes de los de la época de Naum, y los signos que Amos leía eran muy diferentes de aquellos que Isaías interpretaba. Por otro lado, los apóstoles y profetas del Nuevo Testamento tienen un conjunto totalmente nuevo de signos para interpretar.
Los signos de los tiempos eran siempre acontecimientos históricos que hoy nosotros clasificaríamos como acontecimientos políticos, sociales, económicos, culturales, religiosos y hasta psicológicos. Muchos profetas eran perspicaces observadores políticos que examinaban cuestiones como la guerra o la amenaza de guerra, el crecimiento o expansión de los imperios, el valor de esta o aquella alianza militar, la política de un rey o emperador. En cuanto a esto, en la vida interna del país ellos prestaban atención a la explotación de los pobres, al estilo de vida de los ricos, a los pesos y medidas falsificadas por comerciantes, y así sucesivamente. Ellos tenían también una extraordinaria percepción de la verdadera naturaleza de las prácticas religiosas como dar limosna y rezar, así como el ayuno y el legalismo hipócrita de los fariseos.
Todos esos acontecimientos eran vistos como señales: buenas y malas señales, señales de lo que Dios estaba haciendo o planeando hacer, señales de aquello que Él está condenando y rechazando; signos de su misericordia y de su ira, signos de esperanza y signos de una desgracia inminente. El hecho es que Dios hablaba con los profetas en una especie de lenguaje de signos, sólo que los signos eran acontecimientos de su época. El Espíritu de Dios los volvía capaces de leer los signos de su época de forma correcta y de proclamar lo que veían y preveían.
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