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Espiritualidad Bíblica: El Espíritu de los Profetas
2) El Espíritu de los Profetas
2.2)Ellos hablan antes


Un profeta es esencialmente un hombre que mira hacia el interior del futuro. No es un adivino o cartomancista que hace profecías absolutas e incondicionales respecto del futuro. La previsión o predicción de un profeta es siempre condicional.

El mensaje de todos los profetas tiene la misma estructura. Hay una llamada a la “metanoia” (arrepentimiento, conversión, transformación) como una advertencia sobre el juicio que vendrá si el pueblo no cambia, y una promesa de salvación si el pueblo realmente cambia. El juicio futuro o la salvación futura no son absolutos inevitables. Están limitados por cláusulas condicionales: “si ustedes cambian”, “si ustedes no cambian”. En otras palabras, lo que los profetas preveen son las consecuencias de aquello que está o no está siendo hecho ahora. Ellos preveen el futuro en el presente, en las tendencias actuales, en los signos de los tiempos.

Consecuentemente, si las personas cambiaran ahora, el futuro sería diferente. Dios tiene piedad cuando los hombres se arrepienten. Este principio puede ser hallado explícitamente en muchos pasos de la Biblia, (ej.: Jer 26, 13, 16-23; Jn 3, 10; 4, 2; Am 7, 3-6; Ex 32, 14) y está implícito en todas las profecías.

Debemos examinar más de cerca esta estructura o patrón del mensaje profético. Todas las palabras pronunciadas por los profetas se refieren al juicio o a la salvación o “metanoia”.

a) Juicio: En los profetas esto no se refiere principal e inmediatamente a un acontecimiento en la vida después de la muerte. Se refiere a algún acontecimiento histórico futuro, tal como la pérdida de una batalla, la caída de Jerusalén, el cautiverio o el exilio. En otras palabras, sus profecías de sentencia son profecías de algún desastre que resultará en sufrimientos terribles para el pueblo. El juicio de Dios es el castigo futuro y presente, en este caso, es la ligazón existente entre el sufrimiento y el pecado.

El sufrimiento que se sigue al pecado no es un castigo impuesto arbitrariamente, sino lo que podemos llamar consecuencia natural del pecado. El pecado por su propia naturaleza perjudica a quien peca y a los otros también, sino inmediatamente, por lo menos en el futuro. Todo pecado tiene consecuencias nocivas. Las advertencias de los profetas no son como las amenazas de los padres que castigan a los hijos por no haber hecho sus deberes en la casa, mandándolos a la cama sin comer. Las advertencias de los profetas se parecen más a las de los padres que explican a su hijo las consecuencias que puede tener el no haber hecho las tareas escolares, por ejemplo y repetir el año escolar.

De esa forma, el objetivo de las advertencias de los profetas con respecto al futuro es incentivar a sus contemporáneos a cambiar de vida (metanoia).

b) Salvación: Del mismo modo, la salvación a la que los profetas se refieren, no es principal e inmediatamente la salvación eterna del cielo. Ellos preveen un futuro de bendiciones, prosperidad, paz, felicidad y justicia en los términos concretos de un retorno del exilio o de la liberación de la guerra, de la dominación, del cautiverio. Y, nuevamente, eso está previsto como una consecuencia natural de la justicia que está siendo practicada ahora o que el pueblo está siendo incentivado a practicar ahora. La única razón, por la cual el profeta predice eso, es asegurar, que el pueblo continúe en el buen camino o corrija sus errores.

Mientras tanto, hay una importante diferencia entre las profecías de juicio y las de salvación. Al final la salvación vendrá. Al final el bien vencerá al mal. Al final el pueblo se transformará. Esto está garantizado por Dios. Por más sombríos que el presente y el futuro inmediato puedan ser, por más que puedan sobrevenir el juicio y el infortunio, los profetas tienen siempre esperanza respecto del resultado final.

c) Metanoia: En general traducimos esta palabra como arrepentimiento o conversión, pero literalmente significa cambio de mentalidad, un cambio interior, un cambio de actitud, de comportamiento. Y este cambio es siempre visto como el cambio de un comportamiento injusto a uno justo. El cambio que Dios exige es siempre una exigencia de justicia (como veremos más adelante).

Además, es también una cuestión de transformación social mas que individual. Es una conversión de todo el pueblo, o por lo menos, de los líderes del pueblo. “Conviértete, Jerusalén”. En las últimas frases de Jeremías, Ezequiel y Juan Bautista, la conversión del individuo comienza a tener alguna importancia, pero aún así, es por el bien de la Nación o por lo menos del “resto” de Israel.

La llamada hacia una “metanoia” toma forma diferente cuando el pueblo ya se convirtió o está intentando hacerlo. En estos casos, los profetas tienen un mensaje de aliento, consolación, y exhortación, un mensaje de esperanza. Eso es particularmente evidente en Isaías en la parte que conocemos como el libro de la Consolación (40-55).

Ese elemento de la metanoia es importante, porque pone en evidencia la creencia profética de que aún cuando la historia sea hecha por Dios, el Señor de la historia, lo que Él hará en el futuro depende de aquello que hagamos ahora. En otras palabras podemos, nosotros cambiar la historia, determinar el futuro, por nuestras acciones.

Una espiritualidad vuelta hacia el futuro
Los profetas desviarán la atención del pueblo, del pasado hacia el futuro. Ellos, al contrario de intentar entender el presente en términos de acontecimientos pasados (Exodo, Monte Sinaí, Rey David, etc.) piden al pueblo que entienda el presente en términos de una futura acción de Dios. Los profetas estaban orientados hacia el futuro, avizoraban el futuro, eran “progresistas”. Ellos querían que el pueblo cambiase, planease, actuase en vistas al futuro. Ya ese acontecimiento futuro o “escathón” sería un acontecimiento cualitativamente nuevo, ellos pedían al pueblo que hiciese cosas nuevas, que realizase transformaciones inauditas.

Es muy interesante que notemos la frecuencia con que los profetas usan la palabra “nuevo”: un nuevo pacto, una nueva era, un nuevo corazón, un nuevo espíritu, un nuevo cielo y una nueva tierra, una nueva Jerusalén, o simplemente que Dios haría una cosa nueva. Ellos incentivaban al pueblo a romper con su pasado y a mirar hacia la novedad del futuro de Dios.

“No se acuerden más de otros tiempos, ni sueñen ya más en las cosas del pasado. Pues yo voy a realizar una cosa nueva” (Is 43, 18-19). Esto no significa que los profetas querían que el pueblo de Israel rechazase todas sus tradiciones: ellos tomaban las tradiciones y las interpretaban de nuevo modo, en términos de la nueva era o del nuevo futuro. Así la antigua alianza es usada para hablar de una nueva alianza futura o nuevo testamento, el Éxodo o Reino del Pasado serán usados para llamar la atención sobre el nuevo Éxodo o Nuevo Reino del Futuro. Cuando los profetas miraban hacia atrás, hacia los acontecimientos pasados, ellos los veían como profetas de Dios hacia el futuro. Por lo tanto, el mismo pasado apunta hacia el futuro y al final nosotros nos encontramos nuevamente cara a cara con el futuro.

Lo último que se podría decir al respecto de los profetas es que ellos no fueron conservadores. Ellos estaban muy enfrentados a su tiempo y por eso raramente eran apreciados por sus contemporáneos. Estaban orientados hacia el futuro, y en este sentido eran progresistas. Eso tampoco significa que querían cualquier progreso. Lo que ellos buscaban era la novedad total del futuro de Dios.