5) Valores del Evangelio
El gran paso adelante, dado por el Nuevo Testamento con relación al Antiguo, puede ser descrito como el paso del cumplimiento exterior de las leyes hacia la interiorización de valores, del cumplimiento de la letra de la Ley hacia la libertad del Espíritu. En algún estadio de nuestra vida espiritual tenemos que dar un paso adelante así en dirección a la libertad.
Jesús nos desafía a ir más allá de todas las leyes, reglas, principios, y aún de los Diez Mandamientos, a fin de que nos volvamos totalmente responsables de nuestros actos. Jesús nos desafía a volvernos libres y a juzgar por nosotros mismos lo que es cierto y lo que es errado. La capacidad de decidir por nosotros mismos cuando es apropiado observar una ley o una regla, y cuando no lo es requiere de una dosis muy grande de libertad y responsabilidad personal.
Muchos prefieren que les digan qué hacer o sino prefieren tener leyes y reglas tan rígidas que no necesitan asumir la responsabilidad de decidir por sí mismos. Ese es un obstáculo muy serio al progreso en la vida espiritual. Sofoca el Espíritu de libertad.
Y, de tal modo, el Evangelio nos presenta directrices. Nos presenta al mismo Jesús como modelo de la verdadera libertad y aclara los valores por los cuales el vivió. Podemos experimentar la libertad del Espíritu aprendiendo a interiorizar esos valores y a vivir, nosotros mismos, según esos valores.
Básicamente, existe solo un VALOR en el Evangelio. El valor del amor y la compasión-justicia del corazón. Podríamos expresar esto de otra forma, y decir que el único valor del Evangelio son las PERSONAS. Las personas son más importantes que el dinero, el “status”, la sabiduría, el poder o cualquier otra cosa del mundo. Para Dios sólo hay un gran valor: las personas. Es por eso que hablamos de amor, compasión, justicia. Esos valores sólo enfatizan la importancia de las personas.
Con todo, para entender las implicaciones prácticas de este grande y único valor, necesitamos SUBDIVIDIRLO en muchos valores diferentes, que se refieren a diferentes áreas de la vida o a diferentes formas de desamor y de injusticia, que necesitan ser superadas. En el Evangelio encontramos cuatro valores predominantes. Son simplemente cuatro maneras de amar o practicar la justicia y corresponden (y son opuestos) a cuatro valores mundanos que predominaban en la sociedad en la que Jesús vivió.
Jesús vivió en una sociedad judaica, pero los valores predominantes en esa sociedad eran los del Antiguo Testamento, así como los valores de nuestra sociedad no son los del Nuevo Testamento. Los valores de la sociedad de Jesús, como los de la nuestra, eran valores muy mundanos: dinero, poder, “status”, egoísmo de grupo. Jesús respondió a cada uno de esos valores mundanos, presentando el valor divino correspondiente. Así, si dividimos el único gran valor que es el amor, en cuatro, es para corresponder a los cuatro valores predominantes del mundo. Vamos ahora a abordar esos valores uno por uno. Primero vamos a definir el área a la que se refieren, y enseguida el valor mundano y el valor evangélico correspondiente a esa área.
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