1) Los "errores" de la Biblia
1.4) Errores hist�ricos
Si comparamos algunos datos hist�ricos que trae la Biblia con la informaci�n que conocemos por otras fuentes o por la arqueolog�a, descubrimos que muchos de aquellos son inexactos.
1.4.1) En el libro del G�nesis
Se dice que Ca�n y Abel (los primeros habitantes de la Tierra junto con Ad�n y Eva), conoc�an ya la agricultura, la ganader�a y las ciudades. Pero todo esto en realidad se conoci� a finales de la edad de piedra, es decir, hacia el a�o 8000 a.C., cientos de miles de a�os despu�s de la aparici�n de los primeros hombres.
Tambi�n se dice que T�bal Ca�n trabajaba el hierro antes del diluvio (Gn 4, 22), cuando sabemos que el hierro apareci� en el Medio Oriente hacia el 1200 a.C.
1.4.2) En el libro de los N�meros
Se cuenta que la noche del �xodo escaparon de Egipto 603.550 hombres, sin contar mujeres, ancianos y ni�os (N�m 1, 45-46). Pero esa cantidad de gente es imposible de movilizar. Puestos en filas de diez en fondo, como marchaban al modo antiguo, formar�an 60.000 hileras que, a un metro de distancia una de otra cubrir�an una extensi�n de 60 km. O sea que los �ltimos deb�an esperar dos d�as para ponerse en movimiento, despu�s de que los primeros hubieran empezado la marcha. Y si a esta cifra de los hombres le agregamos la de las mujeres, ancianos y ni�os, habr�a que calcular que salieron de Egipto unas tres millones de personas, cantidad desorbitada y jam�s alcanzada por la poblaci�n de Israel en toda su historia.
1.4.3) En el libro de Josu�
Se narra que la primera ciudad conquistada por los israelitas al entrar en la Tierra Prometida fue Jeric� (c. 6), y la segunda fue Ay (c. 8). Incluso se relatan las estrategias y t�cticas militares empleadas por las tropas de Josu� para apropiarse de ambas ciudades. Sin embargo, la arqueolog�a moderna ha demostrado que, en realidad, la ciudad de Jeric� hac�a m�s de dos siglos que hab�a desaparecido cuando llegaron los israelitas a la Tierra Prometida. Y la ciudad de Ay peor a�n: hac�a m�s de mil a�os que hab�a dejado de existir.
1.4.4) En el libro de Judit
Al comienzo (1, 1) se dice que Nabucodonosor rein� sobre los asirios en la gran ciudad de N�nive. Sin embargo Nabucodonosor nunca fue rey de los asirios, sino de los babilonios. Tampoco rein� en la ciudad de N�nive, pues esta fue destruida muchos a�os antes de que Nabucodonosor fuera rey.
Tambi�n el libro de Judit menciona a Arfaxad como rey de los medos (1, 1), pero este rey no existe en la historia. Y nombra a dos oficiales de Nabucodonosor: Holofernes (2, 4) y Bagoas (12, 11), que en realidad eran dos oficiales persas de Artajerjes III, quien rein� dos siglos m�s tarde.
1.4.5) En el libro de Tob�as
Se afirma que al rey asirio Salmanasar lo sucedi� Senaquerib (1, 15), cuando en realidad le sucedi� Sarg�n II. Tambi�n la geograf�a de Tob�as es inexacta: asegura que entre las localidades de Ragu�s y Ecb�tana hay dos d�as de camino, cuando se encuentran separadas por 300 kil�metros.
1.4.6) En el libro de Daniel
Al comienzo (1, 1), se dice que el rey Nabucodonosor siti� la ciudad de Jerusal�m en el tercer a�o de gobierno del rey Yoyaquim. En realidad, en el octavo a�o de su reinado fue sitiada Jerusal�m.
En 5, 1 se menciona al rey Baltasar. Pero Baltasar nunca lleg� a ser rey. Muri� como pr�ncipe, sin suceder nunca a su padre. Tambi�n se dice que era hijo de Nabucodonosor (5, 2), cuando en realidad era hijo de Nabonid, y nieto de Nabucodonosor.
1.4.7) En el libro de Jonas
Se cuenta que este profeta logr� convertir a todos los habitantes de N�nive al Dios de Israel. Pero este dato, en verdad extraordinario y que sin duda habr�a dejado huellas en los documentos asirios, jam�s aparece documentado en ninguna parte.
Adem�s, se dice que N�nive era tan grande, que hac�an falta tres d�as de camino para recorrerla (3, 3). Es decir, la ciudad deber�a haber tenido unos 45 kil�metros de di�metro. Pero hoy las excavaciones arqueol�gicas han demostrado que el per�metro de las murallas de N�nive era de apenas 12 kil�metros.
1.4.8) En los Evangelios
El Evangelio de Marcos cuenta que Jes�s le dice a los fariseos: David, cuando tuvo hambre, entr� en el Templo, en tiempos del sumo sacerdote Abiatar (2, 27). Ahora bien, si leemos 1Samuel 21, 1 veremos que no fue en tiempos del sumo sacerdote Abiatar, sino de su padre Ajim�lek.
El Evangelio de Mateo, luego de narrar la traici�n de Judas, dice: As� se cumpli� el or�culo del profeta Jerem�as (27, 9). Pero Mateo se equivoca, pues en realidad se trata de una profec�a de Zacar�as (11, 12), no de Jerem�as.
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