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¿La Biblia dice siempre la verdad?: Propuestas de solución - El concordismo
2) Propuestas de solución

2.2) En la época moderna

2.2.1) El concordismo

Ninguna de las respuestas anteriores era suficiente.
Pero en el siglo XVII las cosas se agravaron. El progreso de las ciencias naturales permitió ver que estos nuevos descubrimientos no coincidían con muchas afirmaciones bíblicas. O sea que, además de las contradicciones y de los errores morales, ahora se agregaban los "errores de ciencias naturales"

El problema quedó dramáticamente planteado con motivo de lo que se llamó el "caso Galileo".

El astrónomo italiano Galileo Galilei había afirmado, en 1611, que la Tierra y los demás planetas giraban alrededor del Sol. Pero la Inquisición Romana sostuvo que esta teoría significaba aceptar que la Biblia estaba equivocada, pues en el famoso relato de la batalla de Gabaón (Jos 10) se dice que el Sol se detuvo. Y si se detuvo es porque giraba.

Esta discusión llevó finalmente a la condena de Galileo. Y a partir de ese hecho, quedó planteado con toda crudeza el problema del enfrentamiento entre las ciencias y la fe. A medida que las ciencias avanzaban, iban incluyéndose nuevos temas de discusión, como el del diluvio universal, la construcción de la torre de Babel, o la teoría de la evolución.

¿Cómo hacer para que las ciencias no dejaran en ridículo muchas afirmaciones de la Biblia? ¿Cómo interpretar estas narraciones de la Escritura, que cada vez se mostraban más alejadas de la realidad? Ante esta pregunta nació, entonces, un nuevo intento de solución: el "concordismo". ¿Qué decía este método? Que como las ciencias no pueden contradecir a la Biblia (porque ambas proceden del mismo Dios, y Dios no puede contradecirse), había que hacer "concordar" las afirmaciones de la Biblia con los nuevos descubrimientos científicos. De esa manera, con un pequeño esfuerzo, se intentaba encajar toda afirmación bíblica que contradijera a las ciencias con las afirmaciones de esta.

Así, por ejemplo, al leer el relato de la creación del mundo en seis días, bastaba interpretar la palabra "día" no como un período de 24 horas, sino como un lapso más largo, correspondiente a una de las eras geológicas de las cuales hablaban los científicos. Y los diversos "días" no serían sino las diversas etapas de la evolución de los seres vivos (plantas, peces, reptiles y animales, hasta Ilegar al hombre). O sea que leyendo la Biblia con más flexibilidad mental, se podía encontrar un cierto acuerdo no sólo con la teoría de la evolución, sino con todos los demás datos científicos modernos.

[Nota: Un ejemplo de esto es el famoso libro de W. Keller, Y la Biblia tenía razón, aparecido en 1955, en el cual el autor toma literalmente las afirmaciones de la Biblia y trata de demostrar cómo la arqueología le va dando la razón.]

Esta cándida solución tenía varios problemas. En primer lugar, que se leía la Biblia con tanta elasticidad, para poder acomodarla a la ciencia, que se le podía hacer decir a la Biblia cualquier cosa. Además, había que cambiar la "concordancia" con la Biblia cada vez que la ciencia avanzaba con nuevos descubrimientos. Pero no parecía vislumbrarse otra solución, y se aceptaba esta.

[Nota: Se sabe que el papa Pío XII, cuando apareció la teoría del Big Bang, impresionado por la magnitud de la noticia, quiso pronunciar un discurso solemne para afirmar que los científicos estaban descubriendo lo que la Iglesia sabía desde hacía mucho gracias al libro del Génesis. Pero el presidente de la Academia Pontificia le explicó al Papa que la nueva hipótesis del origen del universo no tenía nada que ver con las Sagradas Escrituras, y lo persuadió para que no dijera nada. (Narrado por el religioso jesuita P. George Coyne, director del Observatorio Astronómico del Vaticano, y publicado en el diario La Nación, Buenos Aires, 8 de enero de 2002).]