2) Propuestas de solución
2.2) En la época moderna
2.2.4) Los géneros literarios
Tuvo que pasar más de un cuarto de siglo, hasta que el 30 de septiembre de 1943, con motivo de celebrarse los 50 años de la Providentissimus Deus, el papa Pío XII publicó una nueva encíclica, llamada Divino Afflante Spiritu. Con ella comenzó a vislumbrarse la respuesta al problema de las narraciones históricas.
Su principal aporte fue el reconocimiento de que en la Biblia existe una variedad de "géneros literarios", es decir, de distintas formas de escribir, usadas habitualmente por los hombres de cada época y región, para transmitir algún mensaje. Por lo tanto, para encontrar el verdadero significado de un libro o un pasaje bíblico es necesario primero precisar a qué género literario pertenece, y cuál fue la intención del autor al momento de componer el pasaje.
Los orientales -dice la encíclica- para expresar lo que tenían en la mente, no han empleado necesariamente las formas y modos de hablar que hoy empleamos nosotros, sino los que usaban los hombres de su tiempo y de su ambiente. Por lo tanto, es necesario para un exegeta prudente el estudio de los "generos literarios".
Se reconocía, así, que algunos relatos aparentemente históricos no eran otra cosa que narraciones imaginarias utilizadas para trasmitir una enseñanza religiosa. En otras palabras, que no todo lo que en la Biblia aparece como historia es exactamente un hecho histórico.
Entre los pueblos semitas la forma habitual de enseñar era mediante relatos de ficción, y el autor se tomaba todas las licencias necesarias para elaborar su narración, mostrando hechos imaginarios como reales. Libros como Rut, Judit, Tobías, Ester o Jonás no pertenecen, pues, al género literario "historia" sino al genero "novela" o "escrito didáctico", donde la verdad se encuentra no en los hechos narrados sino en la enseñanza que quieren exponer.
Es lo mismo que sucede con las parábolas de Jesús. Éste, por ejemplo, narra una pequeña "historia" cuyos personajes son un hombre que viajaba de Jerusalém a Jericó, unos ladrones, un sacerdote, un levita, un posadero y un samaritano. Sin embargo, sabemos que esos personajes no existieron y que esta no es una historia real sino un relato de ficción, cuyo propósito es transmitir una enseñanza sobre el amor al prójimo.
A partir de esta encíclica comenzaron a distinguirse varios géneros literarios, como la saga, la novela ejemplar, los anales, las crónicas, el cuento, la fábula, el sermón, la exhortación, la narración didáctica, la historia, el evangelio, el himno, la parábola, la carta, la elegía, cada uno con su propia forma de expresar la verdad.
La Divino Afflante Spiritu de Pío XII se convirtió, así, en la verdadera carta magna de los estudios bíblicos, e inició lo que podría llamarse la era moderna de la exégesis católica. Esta encíclica mostró el camino a seguir a los biblistas católicos, para salir del aparente callejón sin salida que planteaba el problema de la inerrancia bíblica.
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