3) La verdad en la Biblia
3.2) Hay que tener en cuenta la intención de los autores
3.2.1) Los géneros literarios
Es lo primero que hay que considerar. Ya la Divino Afflante Spiritu aludía a ellos. Y la Dei Verbum (No 12b) insiste: Para descubrir la intención del autor hay que tener en cuenta, entre otras cosas, los géneros literarios. Pues la verdad se propone y se expresa de modo diverso en obras de índole histórica, en libros proféticos o poéticos, o en otros géneros literarios.
Como hemos visto, los géneros literarios son las diversas maneras que un escritor tiene de expresarse. Son como el "ropaje" de un texto. Y en esta forma o manera de expresarse, cada género literario tiene sus reglas, o características propias. Una verdad puede ser expresada de distinta manera según el género literario utilizado, que puede ser un relato histórico (como, por ejemplo, la ascensión al trono por parte de David), un libro didáctico (como el de Jonás), una novela (como Judit), o una parábola de Jesús.
Por eso, ante una determinada narración no debemos decir: "¿Ocurrió esto en verdad? Porque si no sucedió, no lo creo". Porque esa narración puede pertenecer al género de la novela, al relato sapiencial, al poético o a cualquier otro, sin que la verdad de la enseñanza de la narración se vea afectada. La palabra de Dios, pues, no se ata a un solo y único género literario.
Algunos casos que hay que tener especialmente en cuenta son:
3.2.1.1) Conceptos abstractos
La distinción de los generos literarios ayuda a entender ciertos relatos sorprendentes de la Biblia, como por ejemplo las llamadas teofanías (de theos = Dios, y faino = aparecer).
En efecto, el pueblo de Israel siempre pensó en su Dios como en un ser grandioso, trascendente, que estaba más allá y por encima de todo lo creado. Pero estos conceptos abstractos eran imposibles de expresar en la lengua semita, por eso eran reemplazados por otros concretos. Así nació el género llamado "teofanía". Consistía en que cada vez que querían contar una manifestación del Dios trascendente, adornaban el relato con fenómenos naturales: truenos, relámpagos, fuego, luces, nubes de humo, temblor de tierra, voces, sonido de trompetas, temor del hombre (como se lee en Éx 19, 16) que, por supuesto, no hay que tomar al pie de la letra.
Las apariciones mismas de Dios tampoco deben ser tomadas como si Dios se mostrara de algún modo fantasmal, y que con voces perceptibles por los oídos humanos les dijera a Abraham, a Moisés o a los profetas "mira", "vete", "haz". Simplemente este es en la Biblia un modo de decir que la situación que se narra es causada por Dios, ya que para la fe del pueblo de Israel era Dios quien conducía su historia. Un ejemplo de esta narración teofánica lo encontramos en la narración de la conversión de san Pablo, acompañada de voces, luces y caídas (Hech 9).
[Nota: Cfr. "¿Cómo fue la conversión de san Pablo?", en Ariel Álvarez Valdés, Enigmas de la Biblia 1, San Pablo, Buenos Aires 2001.]
Por otra parte, los israelitas también sentían que Dios era un ser muy cercano al hombre. Y para decir esto recurrían al lenguaje "antropomórfico" (de ánthropos = hombre, y morfé = forma), es decir, lo presentaban con rasgos y actitudes humanas. Así, vemos en la Biblia que Dios se pasea por el Paraíso (Gn 3, 8), que cose vestidos para Adán y Eva (Gn 3, 21), que baja a ver la construcción de la torre de Babel (Gn 11, 5), que come yogur con Abraham (Gn 18, 8), que escribe el decálogo con su dedo (Éx 31, 18), que duerme (Sal 44, 24), se despierta (78, 65), se olvida (42, 10).
[Nota: En realidad el hombre sólo puede hablar de Dios en forma antropomórfica. Aún hoy decimos "la mano de Dios", "el corazón de Dios", "Dios nos llamó", "Dios me lo pide".]
Evidentemente estos relatos no son descripciones de hechos reales sino didácticos, y pretenden enseñar cosas que los autores no sabían expresar de otro modo.
3.2.1.2) Poemas sapienciales
También desde esta óptica podemos comprender la narración de la creación del mundo que hallamos en el Génesis. Pertenecen a otro género literario llamado "sapiencial", el cual consiste en recrear un relato con el fin de transmitir una enseñanza, no una teoría científica ni una epopeya histórica.
Así, el texto de la creación del mundo quiere enseñarnos que todas las cosas que existen en el universo salieron de las manos de un Dios bondadoso.
[Nota: Cfr. "El mundo, ¿fue creado dos veces?", en Ariel Álvarez Valdés, ¿Qué sabemos de la Biblia? Antiguo Testamento, San Pablo, Bueno Aires 2001.]
Y el relato de la creación de Adán y Eva busca dejarnos el mensaje de que todo hombre es imagen y semejanza de Dios, y que la mujer tiene la misma dignidad que el hombre.
[Nota: Cfr. "¿Existieron realmente Adán y Eva?", en Ariel Álvarez Valdés, ¿Qué sabemos de la Biblia? Antiguo Testamento, San Pablo, Bueno Aires 2001.]
Cualquier intento, pues, de descalificar la hipótesis del Big Bang, o la teoría de la evolución, apelando a estos relatos, sería no haber captado la verdad que encierran.
Del mismo modo desaparece el apuro que nos produce la narración del arca de Noé (con una lluvia de 40 días, y un imposible cargamento de todos los animales del mundo). No se trata de un episodio histórico sino sapiencial, que quiere enseñarnos que el pecado termina ahogando a la humanidad, mientras que la justicia la saca a flote.
[Nota: Cfr. "¿Existió el arca de Noé?", en Ariel Álvarez Valdés, ¿Qué sabemos de la Biblia? Antiguo Testamento, San Pablo, Bueno Aires 2001.]
Y la longevidad de los patriarcas, que llegaron a vivir, según el Génesis, 600, 800 y hasta 900 años, no es un dato de las ciencias biológicas (como se empecinan en afirmar algunas sectas), sino la manera de que se vale el autor sagrado para expresar que Dios siempre bendice y premia a las personas que le son fieles.
[Nota: Cfr. "¿Vivieron muchos años los patriarcas del Antiguo Testamento?", en Ariel Álvarez Valdés, ¿Qué sabemos de la Biblia? Antiguo Testamento, San Pablo, Bueno Aires 2001.]
Lamentablemente, muchos lectores de la Biblia se quedan con el ropaje literario, y por eso rechazan estos textos a la luz de los conocimientos modernos.
3.2.1.3) Relatos etnográficos
Lo mismo ocurre con el relato de Lot, que se acuesta con sus dos hijas sin que Dios desapruebe en absoluto su proceder. El autor bíblico no narra aquí un hecho histórico sino una leyenda de género "etnográfico", que consiste en explicar el origen de un pueblo mediante una historia aparente. Ahora bien, Israel tenía dos puebios vecinos con quienes se llevaba muy mal: los ammonitas y los moabitas. A tal punto los aborrecía, que ni siquiera se les permitía convertirse al judaísmo. El Deuteronomio dice: El ammonita y el moabita no serán admitidos en la asamblea de Yahvé, ni siquiera en la décima generación. Nunca jamás (23, 3-4). Por eso crearon esta leyenda del incesto de Lot con sus hijas, a fin de presentar, de forma despectiva y sarcástica, el origen de estos dos pueblos como nacidos de un incesto de las hijas de Lot.
Lo mismo sucede con el patriarca Jacob, que le roba a su hermano mayor Esaú el derecho de la primogenitura, y Dios no sólo no lo castiga sino que lo bendice por esta acción. No significa que Dios apruebe el hecho real del robo. Se trata de un relato etnográfico para explicar por qué Jacob (es decir, los israelitas), a pesar de ser el hijo menor, fue bendecido más que Esaú (es decir, los edomitas), que eran un pueblo más antiguo que Israel.
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